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La oscura historia de la universidad colombiana que asesinaba habitantes de la calle para sus investigaciones

El escalofriante caso, incluyó el hallazgo de 11 cadáveres en la morgue de una universidad colombiana con la que finalmente se conoció una sanguinaria red de tráfico de órganos.

Cuando decimos que la realidad supera muchas veces la ficción no mentimos; y es que hay casos que definitivamente nos dejan sin palabras como si se tratara de una película de terror en este caso que tuvo lugar hace más de 30 años en la ciudad de Barranquilla, Colombia.

En 1992 el mundo entero conoció el escalofriante caso de la Universidad Libre que enredó a varios de sus funcionarios; desde personajes de cuello blanco hasta comunes vigilantes, con el asesinato colectivo de indigentes barranquilleros útiles, según ellos, para evitar que la facultad de medicina colapsara con su clase de anatomía y además para comerciar uno que otro órgano en diferentes latitudes.

A finales de febrero, un día de Carnaval, estalló el escándalo: ‘basuriegos muertos a bala y a trancazos dentro de la Universidad Libre’.

¿Cómo se descubrió la macabra historia?

Todos los cuerpos encontrados eran de 11 mendigos que antes de ser asesinados habían sido torturados por los vigilantes del centro de estudios. Sin embargo, la macabra situación se conoció por la denuncia de un hombre que fingió estar muerto para salir con vida.

Uno de los que celaba el lugar en el momento, permitió su entrada al plantel universitario en horas de la madrugada para que pudieran encontrar papeles usados y cartones que le sirvieran en su labor en las calles y poder vender a la mañana siguiente en las bodegas de Barlovento ubicadas en la ciudad.

Mientras cada uno de ellos se dirigían al lugar en donde podían encontrar estos materiales; fueron sorprendidos con trancazos en sus cabezas que acabarían de forma instantánea con sus vidas.

Fue entonces, por suerte, uno de los recicladores pudo salir ileso del macabro crimen después de que fingiera su muerte; luego de los delincuentes confiaban en que ya había sido aniquilado luego de los garrotazos y disparo. Y gracias a él se pudo dar aviso a las autoridades de lo que había ocurrido.

El sujeto identificado como Omar Enrique Hernández López, joven de 24 años que llevaba 2 años siendo cartonero. Él fue de inmediato a un puesto de policía cercano y avisó lo que estaba pasando.

Detalles de los hechos

En ese momento, Omar llegó ensangrentado producto de un impacto de bala en una de sus orejas y con un brazo roto debido a golpe que le fue propinado con un objeto contundente; pero el uniformado que se encontraba realizando su turno, no le creyó lo que el hombre le estaba relatando.

Aun así, la víctima no desistió y pudo convencer al policía para dirigirse a la que en estos momentos sigue siendo la sede centro de la Universidad Libre de Barranquilla.

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Al llegar al lugar, el agente y el reciclador intentaron entrar al lugar, pero los celadores que se encontraban allí no les permitían el acceso. Esto se le hizo un poco extraño al uniformado que no dudó en buscar refuerzo de otros colegas realizando una llamada a la Estación Central de la Policía y en minutos algunos agentes llegaron a la universidad. La presión que ejercieron los policías fue exitosa y lograron entrar al plantel.

En seguida, Omar los dirigió al lugar exacto en donde había visto por última vez el cuerpo de las víctimas fatales; en el anfiteatro de Medicina del plantel educativo. Los cadáveres, aunque estaban desfigurados por los golpes, estaban completos.

“Lo desnudaron, lo pusieron en una mesa de anfiteatro y allí vio cuando llegaron con el otro herido. Luego lo metieron en una cubeta de formol, de donde se salió para salvarse”, escribieron los corresponsales de El Tiempo que cubrieron los hechos.

¿Por qué mataban a mendigos y qué hacían con sus cuerpos?

Las primeras hipótesis de las autoridades señalaban que las desapariciones de los habitantes de calle en la ciudad estaban vinculadas a una operación de tráfico de órganos. Ellos eran seleccionados por los asesinos porque, podría decirse, “no tenían doliente”.

Sin embargo, la matanza no solo quedaba ahí, ya que los cuerpos y órganos eran utilizados por los estudiantes de Medicina en sus prácticas. Se especula que en total fueron unas 50 víctimas.

En un principio, la justicia acusó a 14 empleados como los responsables de los asesinatos y entre el 29 de febrero y el 1 de marzo de 1992 se efectuaron las capturas de Pedro Antonio Violria Leal, jefe de seguridad; y los vigilantes Wilfrido Arias Ternera, Armando Segundo Urieles Sierra y Saúl Hernández Otero.

¿Qué pasó con los responsables?

Ocho años después del descubrimiento de los asesinatos, el martes 29 de febrero del 2000, 5 personas fueron condenadas por estos hechos; pero los medios locales informaron que hubo impunidad.

Sin embargo, el Juzgado Segundo Penal del Circuito absolvió de esa responsabilidad a otros 5 vigilantes que venían siendo procesados por los asesinatos de ocho personas; por no encontrar nexos entre estos y las circunstancias en que se cometieron los homicidios.

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No obstante, Pedro Antonio Viloria Leal, Wilfrido Arias Ternera, Armando Segundo Urieles Sierra, Saúl Hernández Otero y Santander Sabalza Estrada fueron condenados a pagar 13 años de cárcel por tentativa de homicidio agravado en concurso homogéneo por atacar con arma de fuego y a garrote a Hernández López y Vicente Manjarrés, informó El Tiempo.

En ese momento, los condenados, a excepción de Sabalza, estaban en libertad desde noviembre de 1993 porque se habían vencido los términos para la audiencia de juzgamiento. Eugenio Castro Ariza, el síndico de la época en la universidad, fue absuelto.

En Barranquilla (Colombia), los ciudadanos no olvidan la matanza y por eso, cada miércoles de Carnaval recuerdan a las víctimas de la matanza en Unilibre. Incluso, sostienen que los cerebros de la red de tráfico de órganos ni siquiera fueron acusados y continúan en libertad.

*Foto de portada tomada de: elcomercio.pe

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