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¿Crees que el dinero puede comprar la felicidad? Estudios aseguran que sí es posible

Aunque algunos investigadores ganadores del Premio Nobel, aseguran que la felicidad se puede comprar a partir de los US$75.000, otros observadores han compartido que esta cifra es una mentira y que la “sensación de bienestar” se alcanza con un precio mucho más elevado.

La felicidad es subjetiva y es casi imposible cuantificar qué tanto de “algo” podría hacerte feliz, pero en este caso y según encuestas, sí es posible saber «cuánto dinero» podría ‘beneficiar’ a una persona.

Hace más de diez años se realizó un estudio donde los encuestados compartieron que su felicidad estaba sobre los US$75.000, los cuales les permitirían vivir en tranquilidad. Aunque se cree que este valor es un gran factor de alegría, los resultados de la encuesta arrojaron que esto no quiere decir que la sensación de bienestar mejore con ello.

Acorde con un reciente estudio, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, la cifra de la felicidad continúa aumentando más allá del umbral establecido hace una década. 

El estudio creado por el principal investigador de Wharton School of Business de la Universidad de Pensilvania, Matt Killingsworth, el cual fue llamado, “El Bienestar Experimentado Aumenta con los Ingresos, Incluso por Encima de los 75.000 dólares al año”, mostró que “No hubo… evidencia de un umbral de ingresos en el que el bienestar experimentado y evaluativo divergieran, lo que sugiere que los ingresos más altos están asociados con sentirse mejor día a día y estar más satisfecho con la vida en general”.

La obra de Killingsworth, estudió a 33.391 adultos empleados en Estados Unidos, donde logró recolectar 1.725.994 muestras. El investigador diseñó y utilizó una aplicación (Track Your Happiness) para poder recolectar los datos necesarios.

Sobre esta app mencionó que la forma en que funcionó, fue basándose en los momentos aleatorios de las personas, esto a medida que iba avanzando su vida diaria. Killingsworth compartió que además de estos registros, “luego les hago unas preguntas sobre su experiencia, justo antes de ese momento, cómo se sienten, qué están haciendo y otros factores”.

Para el investigador fue importante analizar el nivel de ingresos de las personas y el nivel de lo que él llama “bienestar experimentado”. Esta categoría fue implementada para “medir la felicidad en cierto momento”. De igual modo, empleó el “bienestar evaluativo”, este para realizar una evaluación general de la vida de una persona divorciada en cierto momento de su existencia.

Dos de las conclusiones claves del principal investigador de Wharton School of Business de la Universidad de Pensilvania, fueron que: Primero, “Estamos encontrando patrones similares para el bienestar evaluativo y patrones similares en una variedad de otras formas en los datos”. Y segundo, “La felicidad no se estabiliza en la marca de los US$75.000. (…) Probablemente tenga algún valor llevar a la mayor cantidad de personas posible a un nivel básico de seguridad financiera”.

¿Y qué pasa con las personas que no tienen ingresos tan altos?

Killingsworth compartió que el dinero no lo es todo y que la constante búsqueda de la riqueza en sí misma “no es un medio para la felicidad”. Esto depende de cómo la persona perciba a la “felicidad” y si ésta la relaciona con el dinero.

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Siempre se ha escuchado a alguien de bajos recursos decir “que no necesitan mucho dinero para ser feliz”, pues logra sentir tranquilidad y bienestar con lo que posee. 

“Sé que (las personas que no tienen altos ingresos) disfrutan de la vida tanto como personas similares que ganan mucho más”, dijo el investigador. También, exaltó que no es bueno estar obsesionado con el dinero y que el ganar más o menos dólares, no significa que este deba definir el autoestima de un individuo.

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