Las apps de citas, que durante la última década fueron la vía más popular para conocer pareja, comienzan a perder terreno. Tinder, Bumble o Hinge ya no dominan las conversaciones como antes. En su lugar, emerge una tendencia que se aleja de los algoritmos y se acerca a lo real: conocer el amor a la antigua, de forma presencial y espontánea.
En grandes ciudades como Madrid, Buenos Aires, Ciudad de México o Barcelona, se está popularizando una nueva forma de “ligar”: compartir actividades al aire libre. Running grupal, senderismo con extraños, clubes de pádel o grupos de ciclismo se convierten en espacios naturales para que solteros se conozcan sin necesidad de un “match”.
Las apps de citas ya no seducen como antes
Según un informe reciente de App Annie, el tiempo que los usuarios dedican a apps de citas ha disminuido un 12 % en comparación con el año anterior. En paralelo, crecen los eventos sociales offline organizados para personas solteras que buscan conocer gente “como antes”: caminando, charlando, riendo, sin filtros, sin fotos retocadas, sin bio calculada.
Una encuesta de The Guardian realizada entre jóvenes de 25 a 35 años reveló que más del 60 % se siente emocionalmente agotado por el uso de apps de citas. Citan como razones principales la falta de conexiones reales, la superficialidad y el desgaste emocional por la lógica de “descartar”.
Citas al aire libre y sin algoritmo
Actividades físicas como el senderismo, el running, el ciclismo o incluso las caminatas urbanas organizadas están reemplazando las apps de citas como nuevo terreno fértil para el amor. Ya no se trata de “ligar”, sino de conectar en movimiento, compartiendo un esfuerzo, una conversación casual, una mirada sincera.
En redes sociales como TikTok y Reddit proliferan testimonios de personas que abandonaron Tinder y encontraron el amor en un club de escalada, un grupo de yoga o en una carrera de 10K. El romanticismo se ha mudado del chat al sudor compartido.
Amor sin algoritmo
Conocer a alguien en persona, sin que un sistema informático te diga con quién “tienes compatibilidad”, es algo que muchos habían olvidado. Pero hoy, el amor sin algoritmo se está convirtiendo en una necesidad emocional. Volver a mirar a los ojos en vez de a una pantalla. Hablar sin emojis. Coquetear sin usar gifs.
La digitalización masiva del amor trajo comodidad, sí, pero también ansiedad, insatisfacción y relaciones superficiales. En cambio, las interacciones fuera de línea ofrecen mayor autenticidad. Lo que se siente en una caminata de montaña no lo predice ningún algoritmo.
Nuevas formas de ligar sin apps
Las actividades para solteros se multiplican en todas partes. Ya no son los tradicionales “speed dating” o bailes para adultos. Ahora hablamos de rutas de senderismo organizadas para gente soltera, ligas de pádel mixtas, jornadas de limpieza de playas, picnics temáticos, yoga en parques o talleres de cocina colectiva.
En todas estas dinámicas lo que prima es la conexión real, sin presión de gustar ni “dar like”. Hay conversación, sudor, interacción. Todo fluye sin la frialdad de un perfil ni la ansiedad de una app.
¿Conocer personas fuera de internet es el nuevo lujo?
Sí, en tiempos de hiperconexión digital, conocer personas fuera de internet se ha convertido en un acto casi subversivo. Tomarse el tiempo de ir a una actividad, socializar en persona, mostrarse sin filtros… todo eso requiere más valentía que deslizar el dedo.
Algunas plataformas como Meetup o Strava, que no son apps de citas, han visto cómo crecen sus comunidades de solteros. Allí, la idea no es “salir a buscar pareja”, sino compartir intereses, tiempo, momentos. Y eso, para muchos, es la mejor forma de que el amor llegue.
Una nueva era para las conexiones reales
Las apps de citas no van a desaparecer. Pero sí están perdiendo su hegemonía. Cada vez más personas, especialmente entre los 30 y los 50 años, se sienten frustradas por la superficialidad del mundo digital. Buscan algo más humano. Más lento. Más real.
Y lo están encontrando donde menos lo esperaban: en la cima de una montaña, en el kilómetro 7 de una carrera, en la red de un partido de pádel, o en la charla posterior a una caminata por el bosque.