Una historia que el régimen intentó borrar
El fotógrafo francés Éric Lafforgue fue expulsado de Corea del Norte y vetado de por vida luego de compartir imágenes que mostraban una realidad muy distinta a la versión oficial del régimen. Entre 2008 y 2012, Lafforgue viajó seis veces a Pyongyang con autorización del gobierno, participando en visitas guiadas donde cada movimiento estaba estrictamente vigilado. Aun así, su cámara captó instantes genuinos de la vida norcoreana que contradicen la narrativa impuesta por las autoridades.
Sus retratos mostraron a niños descalzos, soldados exhaustos, calles deterioradas y miradas de hambre. No eran fotos de denuncia política, sino escenas humanas que mostraban un país lleno de contrastes. Sin embargo, esas imágenes fueron consideradas una violación directa a las reglas del régimen.
Imágenes que desafiaron la censura
En Corea del Norte, los fotógrafos deben seguir un protocolo rígido. No se permite retratar pobreza, cansancio, infraestructura dañada ni cualquier imagen que pueda interpretarse como debilidad. Pese a esas restricciones, Lafforgue logró conservar cientos de instantáneas que tomó discretamente durante sus viajes.
Al regresar a Francia, publicó una selección en su sitio web y en exposiciones internacionales. Las fotos se viralizaron y atrajeron la atención de medios como The Guardian, Business Insider y Public Delivery, que destacaron la crudeza y sinceridad de su trabajo.
Semanas después, las autoridades norcoreanas lo contactaron para exigir que eliminara el material, argumentando que “dañaba la imagen del país”. Lafforgue se negó. Su respuesta fue suficiente para que el régimen lo declarara persona non grata, prohibiéndole la entrada de por vida, y así se convirtio en fotógrafo expulsado de Corea del Norte.
La respuesta del fotógrafo
En entrevistas posteriores, Lafforgue aseguró que nunca buscó provocar a las autoridades, sino mostrar “la parte humana de un país que vive en aislamiento”. Explicó que sus guías le daban órdenes constantes sobre qué retratar y qué borrar, pero que a menudo encontraba maneras de capturar momentos auténticos cuando los funcionarios se distraían.
“Corea del Norte tiene personas maravillosas atrapadas en un sistema rígido. Quise mostrar eso sin burlarme ni juzgar”, afirmó. Su decisión de mantener las fotos online se convirtió en un acto de resistencia artística frente a uno de los gobiernos más controladores del mundo.
Un trabajo que trascendió fronteras
Las imágenes de Lafforgue hoy forman parte de exposiciones sobre censura y libertad de prensa. Su serie sobre Corea del Norte revela una mezcla de miedo, esperanza y humanidad. Algunas fotografías muestran familias caminando bajo carteles de propaganda, soldados descansando bajo el sol o mujeres haciendo fila para obtener agua. Cada imagen funciona como una pieza de memoria que escapa del discurso oficial.
Su trabajo no solo documentó una sociedad oculta, sino que abrió el debate sobre los límites éticos de la fotografía documental en contextos autoritarios. Muchos expertos consideran su caso como uno de los más relevantes del siglo XXI en la relación entre arte, poder y censura.
Un lente que reveló lo que el régimen no quería mostrar
A pesar de la prohibición, Lafforgue continúa exponiendo sus fotos y hablando sobre el poder de la imagen como herramienta para contar la verdad. Su historia muestra cómo una cámara puede desafiar una narrativa construida sobre el silencio.
Para el fotógrafo, la expulsión fue el precio por mostrar lo que debía ser visto. Su trabajo sigue recordando que incluso en los lugares más cerrados del mundo, la humanidad logra abrirse paso.