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Un hongo en la zona del desastre de Chernóbil habría mutado para ‘alimentarse’ de radiación

Científicos descubrieron hongos en Chernóbil que no solo resisten la radiación, sino que parecen aprovecharla para crecer, abriendo nuevas rutas en biotecnología y exploración espacial.

El hallazgo que sorprendió a la comunidad científica

En los restos del reactor de Chernóbil, donde aún persiste un alto nivel de radiación, los científicos encontraron un tipo de hongo que desafía la lógica de la vida. A diferencia de la mayoría de los organismos que mueren al contacto con la radiación, este crece y prospera en ella. El descubrimiento, ocurrido en los años noventa, despertó una pregunta que sigue intrigando a los investigadores: ¿puede la radiación convertirse en una fuente de energía biológica?

El microorganismo pertenece al género Cladosporium, conocido por su color oscuro y su resistencia a ambientes extremos. Su tonalidad negra no es casual. Está compuesta por melanina, un pigmento que actúa como un escudo natural frente a la radiación y que, según varios estudios, podría tener un papel más complejo del que se pensaba.

La melanina como escudo y posible fuente de energía

La melanina, presente tanto en la piel humana como en estos hongos, absorbe radiación y la transforma a nivel molecular. Investigadores del Albert Einstein College of Medicine demostraron que este pigmento puede alterar sus propiedades electrónicas cuando se expone a radiación ionizante, un fenómeno que incrementa el crecimiento del hongo y fortalece su estructura celular.

El proceso ha sido descrito como una posible “radiosíntesis”. En lugar de captar luz solar, como ocurre en la fotosíntesis, los hongos aprovechan la radiación ambiental. Aunque los expertos aclaran que no se alimentan exclusivamente de ella, sí han comprobado que la radiación puede estimular su metabolismo y favorecer la multiplicación celular.

En experimentos controlados, colonias del hongo Cladosporium sphaerospermum crecieron más rápido en presencia de radiación que en entornos normales. Este comportamiento sugiere una adaptación evolutiva única, capaz de convertir un entorno letal en un nicho biológico viable.

Hongos que resisten y prosperan donde nada más vive

El descubrimiento no solo cambió la visión sobre la vida en Chernóbil. También abrió un debate sobre la capacidad de los microorganismos para adaptarse a condiciones extremas. Según una revisión científica publicada en Research, Society and Development en 2025, los hongos melanizados podrían incluso absorber radionúclidos como el cesio-137 o el uranio-238 en sus paredes celulares, lo que los convierte en una herramienta prometedora para limpiar suelos contaminados.

La investigación analizó más de cincuenta estudios y concluyó que estos organismos son candidatos ideales para tareas de biorremediación. Su capacidad para resistir y transformar la radiación podría aprovecharse en zonas afectadas por desechos nucleares o accidentes industriales. En lugar de representar un peligro, los hongos se convierten en aliados naturales de la descontaminación.

Aplicaciones que van más allá de la Tierra

La ciencia también ha encontrado un potencial uso de estos hongos en la exploración espacial. Investigadores de la Universidad de Saskatchewan realizaron pruebas con capas de hongos melanizados que lograron reducir la radiación dentro de módulos experimentales. Los resultados mostraron que una fina película de este material biológico podría servir como barrera natural para proteger astronautas y equipos de la radiación cósmica.

La NASA y otras agencias espaciales han mostrado interés en la posibilidad de integrar materiales vivos en futuras misiones a Marte o estaciones orbitales. Los hongos de Chernóbil, que transforman la adversidad en supervivencia, podrían inspirar nuevas tecnologías de protección biológica para entornos fuera de la Tierra.

Un símbolo de adaptación extrema

Aunque aún no se ha confirmado que los hongos “se alimenten” de radiación en sentido literal, los estudios coinciden en que la melanina les otorga una ventaja biológica sin precedentes. En un mundo donde la radiación suele representar muerte, estos organismos representan lo contrario: la capacidad de la vida para adaptarse, resistir y evolucionar ante lo imposible.

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Los hongos de Chernóbil no solo sobrevivieron al desastre nuclear. Se convirtieron en una prueba viviente de que incluso en los lugares más inhóspitos, la naturaleza encuentra una forma de seguir adelante.

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