La semana de 4 días de trabajo ha ganado popularidad a raíz de la pandemia, pero no es una idea nueva.
En un país como Estados Unidos, por citar un ejemplo, distintos políticos han intentado dar ese salto en distintas ocasiones.
Richard Nixon fue uno de los primeros en el año 1956 cuando predijo que una semana laboral con un día menos estaba “en un futuro no muy lejano”.
Años más tarde, el entonces presidente Jimmy Carter enfocó los beneficios desde el lado ambientalista argumentando que la semana de cuatro días ayudaría a ahorrar energía e instó a distintas empresas a adoptar el sistema.
¿Por qué no se adoptó en ese momento?
Todo parecía inevitable, no solo los trabajadores lo pedían, sino que empresarios e incluso presidentes lo consideraban como necesario.
Sin embargo, algunos estudiosos ven en la recesión de los años 70 y 80 y luego la de los 2000 el motivo principal de que una medida como esta se retrasara.
Las empresas necesitaban recuperar el dinero perdido y recobrar la eficiencia en sus trabajadores.
Hoy en día distinto factores como la crisis de salud ocasionada por la pandemia, el teletrabajo y el síndrome de Burnout han llevado a gobiernos y grandes corporaciones a repensar esta medida y los resultados podrían ser alentadores para el resto.
¿Qué beneficios se pretenderían ?
En primer lugar, se busca una mejora en la calidad de vida de los trabajadores. Con más tiempo libre, se espera:
Una atención más adecuada de las necesidades familiares y personales y una mejor conciliación con la actividad laboral.
Un refuerzo de las relaciones sociales.
Menor estrés que propicie ideas más claras y, como resultado, una mejor interacción entre compañeros.
Mayor interés por el trabajo.
Un ambiente más agradable y humanizado, con trabajadores más motivados y con ganas de aportar.
Un aprovechamiento más inteligente del tiempo libre, incluso con actividades que incrementen su productividad, como las que tienen que ver con el cuidado de la salud, el refuerzo de la cultura y la formación o la adquisición de experiencias enriquecedoras.
Un sentido más práctico del tiempo de trabajo, con un trabajador más concernido por atender bien sus responsabilidades en el menor tiempo posible.
¿Cuáles son las principales amenazas?
Todos esos beneficios son posibles pero no sencillos. Habría que luchar contra diferentes amenazas y dificultades:
La conciliación no solo es cuestión de disponer de tiempo, sino de saber distribuirlo.
El equilibrio emocional depende de la calidad del tiempo de ocio y no está claro que esta vaya a mejorar por la instauración de una jornada laboral de cuatro días.
Algunos trabajadores pueden sentirse desmoralizados al pensar que su empresa cada vez necesita que pasen menos tiempo en ella.
¿Cómo podría afectar a la productividad laboral?
En este punto, además de la materialización de las oportunidades y amenazas antes comentados, hay otras dos cuestiones fundamentales:
Hay que saber abordar un cambio organizativo. Se tiene que decidir si crear nuevos turnos, cerrar un día adicional a la semana, ver si es posible hacer lo mismo de otra manera.
Del acierto de las respuestas a estos retos depende buena parte del éxito o fracaso de una jornada laboral de cuatro días.
El cambio también afecta a los recursos materiales. Si la confluencia de muchos trabajadores empleándolos produce congestión, que se turnen puede incrementar la productividad.
Si los recursos son más individualizados, incorporar a nuevos trabajadores para los turnos adicionales exige inversiones para equiparlos. Además, si no se acometen, la productividad laboral puede descender.
El efecto sobre sueldos y costes salariales
En general, las reclamaciones sindicales, buscan una reducción de horas con mantenimiento de salarios.
Si los potenciales efectos beneficiosos para la productividad se materializan, es probable que sea un requerimiento razonable.
Pero, incluso con reducción proporcional del sueldo, podría ser una medida interesante para bastantes trabajadores por el efecto fiscal.
Al reducirse su retribución, el tipo de gravamen y la base imponible del IRPF son menores. La reducción del sueldo neto es menor que la del bruto.
Sin embargo, eso funciona peor con trabajadores con sueldos extremos. Los que ganan mucho, verán una reducción pequeña de su tipo de gravamen porque seguirán en los tramos más elevados de la escala. Los que ganan poco, poco ahorro fiscal pueden esperar.
¿Qué hacemos con los estudios de los niños?
La semana de cuatro días laborables podría venir acompañada de la reducción de un día lectivo en los estudios de los niños. Parecería una medida lógica si pensamos que sus maestros y profesores trabajan menos.
En ese caso, la primera repercusión es una disminución del número de horas que se tiene para dar todo el programa de asignaturas.
Por lo tanto, habría que plantearse qué materias estarían afectadas por la reducción.
También se puede ampliar las plantillas para cubrir las mismas horas lectivas con más profesores que trabajen menos horas a la semana.
El problema es cómo convencer a los niños de que el tiempo libre que es tan bueno para sus mayores no lo es para ellos.
Si se opta por la semana escolar de cuatro días, la dificultad viene de que, aunque se extendiese entre muchas empresas, la jornada de cuatro días no sería universal.
En ese caso, los trabajadores que continúen con cinco días laborables sufrirían un desacople con las semanas lectivas de sus hijos. Puede que esto ocasione un movimiento de rechazo a la semana laboral de cuatro días.
En definitiva, la semana laboral de cuatro días es una propuesta que se inserta en un ambiente general de prueba de muchas nuevas iniciativas en materia de gestión de recursos humanos.
Primeros resultados de esta idea
Islandia se ha convertido en uno de los pioneros en reducir la semana laboral. Desde el año 2015 han estudiado en convertir los fines de semana en 3 días de descanso.
Para sorpresa de muchos, la productividad se mantuvo o mejoró en la mayor parte de los lugares de trabajo. Para algunos de estos empleados su horario de trabajo pasó de 40 horas a 35 horas semanales.
A raíz de esto, diversos sindicatos han impulsado el trabajo de menos horas pero recibir el mismo salario.
Desde que Islandia mostró al mundo los increíbles resultados de su semana laboral de 4 días, se ha ido creando un efecto dominó entre otras naciones.
Es por ello que países como España y Nueva Zelanda ya han empezado a estudiar los posibles beneficios de esta decisión.