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El colapso de la economía

El inversor y escritor estadounidense, Robert Kiyosaki dijo que, "cuando la inflación suba vamos a acabar con el 50 % de la población estadounidense, y ahí es cuando empieza la revolución".

El dólar y los mercados están al borde del colapso debido al aumento de los precios de los alimentos, el petróleo y la energía, así como a la inflación generalizada, aseguró el inversor y escritor estadounidense, Robert Kiyosaki.

El autor del ‘bestseller’ de finanzas ‘Padre rico, padre pobre’, aseguró que los mercados estadounidenses y el dólar pronto van a colapsar, debido al aumento de precios del petróleo, la energía y los alimentos.

Precisó que esto causaría una recesión en Estados Unidos, es decir, una caída significativa de la actividad económica del país.

“Como todos sabemos, Estados Unidos ya no produce nada. Producimos burbujas. Solo hacemos burbujas de aire, así que ahora tenemos esta burbuja en el sector inmobiliario, las acciones y los bonos”, dice el inversor.

Además, el empresario aseguró que la situación se complicará a medida que la inflación aumente: “el 40 % de los estadounidenses no tiene 1.000 dólares”.

Así que, “cuando la inflación suba vamos a acabar con el 50 % de la población estadounidense, y ahí es cuando empieza la revolución”, agregó.

Kiyosaki, dijo que “Estados Unidos ya no produce nada. Solo hacemos burbujas de aire, así que ahora tenemos esta burbuja en el sector inmobiliario, las acciones y los bonos. Luego, cuando Biden quitó el oleoducto Keystone XL, eso nos acabó de hundir”.

Según el diario español ‘El País’, en junio de 2021 Biden le puso fin al proyecto de Keystone XL, el cual estaba planeado para enviar crudo de la provincia canadiense Alberta a refinerías estadounidenses.

Su decisión fue celebrada por activistas ambientales, pero fuertemente criticada por algunos economistas y por miembros del gobierno canadiense.

El temor a la recesión

El brutal informe del PIB publicado el 28 de julio, que mostraba que la economía se había contraído por segundo trimestre consecutivo, llevó a algunos a insistir en que la tan temida recesión ya había llegado.

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Y en cierto modo eso tiene sentido: desde 1948, todos los períodos de crecimiento negativo consecutivos han coincidido con una recesión.

Pero el argumento de que la recesión ya está aquí se ha visto gravemente socavado desde que se publicó ese informe sobre el PIB.

Una serie de acontecimientos ocurridos en los últimos 10 días sugieren que esas declaraciones de recesión son, como mínimo, prematuras.

¿La inflación se enfría, por fin?

Cada vez se tiene más la sensación de que lo peor ha pasado en el frente de la inflación.

El mayor dolor de cabeza de la inflación, los precios de la gasolina, por fin se está relajando en gran medida.

La media nacional de la gasolina normal se ha reducido en más de un dólar desde que alcanzara un máximo histórico de US$ 5,02 el galón a mediados de junio.

Además de la gasolina, los precios del diésel y del combustible para aviones también están bajando, lo que reduce la presión inflacionista sobre el resto de la economía.

El enfriamiento de la energía redujo los indicadores de inflación en julio y debería hacer lo mismo, si no más, en agosto.

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La Oficina de Estadísticas Laborales indicó la semana pasada que los precios al consumo fueron un 8,5% más altos en julio que un año antes.

Aunque esta cifra sigue siendo alarmantemente alta, es inferior al máximo de 40 años del 9,1% registrado en junio. Y, mes a mes, los precios apenas variaron.

¿Cómo sería una recesión?

En cierto modo, el debate sobre la recesión es semántico. Con o sin recesión, es evidente que los estadounidenses están sufriendo ahora mismo porque el coste de la vida es demasiado alto.

Los salarios reales, ajustados a la inflación, se están reduciendo. Y aunque el sentimiento de los consumidores, medido por la Universidad de Michigan, subió durante dos meses seguidos, sigue estando cerca de mínimos históricos.

Sin embargo, para muchos, una recesión real sería mucho más dolorosa que el entorno actual.

Una recesión implicaría probablemente la pérdida no solo de cientos de miles, sino de millones de puestos de trabajo.

Al no poder hacer frente a los pagos de sus hipotecas, las familias se enfrentarían a la ejecución hipotecaria de sus viviendas.

Y las pequeñas, medianas y grandes empresas quebrarían.

Ninguna de esas cosas está ocurriendo de forma significativa, al menos no todavía.

Pero las luces rojas parpadean en el mercado de bonos sugieren que eso podría cambiar.

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