Aunque por la situación actual de Rusia se necesita mostrar a su dirigente un poco más austero y ahorrador, para nadie es un secreto que otra de las grandes pasiones del presidente Vladímir Putin son los palacios. Se siente heredero de monarcas y por eso ha intentado obtener algunos.
La prensa rusa calcula que Putin disfruta de más de 20 mansiones, récord que le equipara con personajes como Sadam Hussein. Una de ellas podría encontrarse en la elitista urbanización malagueña La Zagaleta y se habla además de un castillo en Baviera (Alemania). Lujosas mansiones en Suiza, Cerdeña, Niza, Chipre y pisos en ciudades como Londres, París o Viena.
Sin embargo, de la que más se habla es del enorme y suntuoso palacio de jardines versallescos y claramente inspirado en la Granja de San Ildefonso, que se erige frente al mar Negro en Praskovéyevka, junto a Gelendzhik (región de Krasnodar).
¿Qué tiene de especial esta ‘fortaleza’?
Según información filtrada por el líder de la oposición Alexei Navalny en un documental, todo el complejo ocupa 678.583 metros cuadrados es decir 39 veces el tamaño de Mónaco y el palacio en sí tienen una superficie de 17.692 metros cuadrados.
Cuenta con casino, un complejo subterráneo de hockey sobre hielo, una sala de cine, otra para fumar narguile y un viñedo.
“Tiene vallas inexpugnables, su propio puerto, su propia seguridad, una iglesia, su propio sistema de permisos, una zona de exclusión aérea e incluso su propio puesto de control fronterizo”, detalla Alexei Navalny en el video. “Es un Estado separado dentro de Rusia”, agrega. “Y en este Estado hay un solo zar insustituible: Putin”.
El regio edificio se empezó a construir en 2010 y, un año después, el empresario Serguéi Kolésnikov, anunció que lo ocuparía Putin. Kolésnikov aseguró entonces que la obra tendría un coste aproximado de casi mil millones de euros aportados por “las empresas más importantes del país”, subrayando que no son fondos públicos.
Sin embargo, lo que han dicho los opositores es que realmente se trató de “el mayor soborno de la historia”. La razón es que los principales funcionarios y oligarcas rusos han sido acusados durante mucho tiempo de acaparar activos estatales como el petróleo después de la desintegración de la Unión Soviética y usarlos para obtener riqueza personal, poder e influencia. Como resultado, la relación entre Putin y los oligarcas multimillonarios ricos es bien conocida, por lo que esta mansión habría sido adquirida con estos dineros.
De hecho, el mismo esquema se aplicaría a todas las residencias no oficiales del presidente ruso: él no figura como propietario, las recibe en usufructo y, por consiguiente, no paga ni un rublo de su bolsillo.