Una crisis humanitaria se vive en la frontera colombopanameña tras la decisión del gobierno centroamericano de cercar con alambres los pasos no autorizados que usan los migrantes para cruzar el Tapón del Darién.
Por lo anterior, se estima que, entre las repercusiones de los próximos días, sea que miles de personas se represen en las poblaciones que limitan con Panamá, (Antioquia y Chocó).
Lo anterior, como resultado de esta decisión del presidente de Panamá, José Raúl Mulino, quien dio inicio al control migratorio en la zona en mención.
Así las cosas, el alambre de púas que se levanta en pleno pulmón del país ha ocasionado que miles de migrantes enfrenten dificultades en los pasos que eran usados para cruzar de Colombia a Panamá.
Para el gobierno del recién posesionado presidente, es una promesa de campaña cumplida para velar por la seguridad del país y de los migrantes que transitan por esta selva y que según las autoridades es mayormente controlada por grupos criminales que se aprovechan de la situación.
Desde Panamá
El Servicio Nacional de Fronteras de Panamá emitió un comunicado en el que se detalla que se tomaron medidas para el control de la migración irregular masiva que enfrenta el país.
Según la comunicación oficial, esta decisión busca “canalizar la migración irregular” que atraviesa la selva del Darién a pie.
Emidgio Pertuz, delegado del Espacio Nacional de Consulta, afirmó que a pesar de la instalación de las vallas de púas esto no va a detener la migración:
“Hay incertidumbre, desconcierto, preocupación, temor, porque no sabemos lo que pueda pasar. Porque la migración no se va a detener porque ellos pongan unas mallas de alambre púas”.
Pertuz agregó que, “la gente está dispuesta a pasar con alambre púa y sin alambre púa. En la historia se ha visto que esos muros nunca han servido”.
Una ruta de gran acogida
Los funcionarios de inmigración han dicho que el Tapón del Darién es la ruta migratoria de más rápido crecimiento.
Sin embargo, la región montañosa que también incluye bosques y selvas tropicales también es costosa.
NewsNation un medio local, informó en su momento que las pandillas en el Tapón del Darién cobran a los migrantes entre $125 y $1,000 por cruzar.
Los migrantes también han sido robados, violados y asesinados mientras pasan por la región, dicen los funcionarios.
Rodney Scott, exjefe de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, dijo a NewsNation en mayo que cerrar la brecha del Darién podría ser muy significativo para tratar de limitar el flujo de inmigrantes que cruzan ilegalmente a Estados Unidos.
Scott calificó la región como una “autopista interestatal para la inmigración ilegal masiva y el crimen”.
El Tapón del Darién
El Tapón del Darién, es una franja de selva tropical de 96 kilómetros sin caminos que se extiende a ambos lados de la frontera entre Colombia y Panamá.
Recibió ese nombre por ser la única interrupción en la Carretera Panamericana, una red de carreteras de 30.000 kilómetros de longitud que, por lo demás, corre ininterrumpidamente desde Alaska hasta el extremo sur de Argentina.
Montañas escarpadas, pantanos fangosos, bosques densos, ríos turbulentos, fauna peligrosa y altos niveles de humedad.
Acompañada de precipitaciones que hacen que el paisaje sea demasiado hostil para la infraestructura y sumamente difícil de controlar.
Por estas razones, la selva del Darién tiene desde hace mucho tiempo fama de impenetrable.
Pero, al ser el único puente terrestre que conecta América del Sur y América Central, este terreno se ha convertido en una ruta importante para la migración irregular hacia los Estados Unidos.
Una migración en cifras
Hace una década, solo unos pocos miles de personas se atrevían a cruzar el Tapón del Darién cada año. Hoy, esta jungla, que antes era inaccesible, se ha convertido en un atasco de tráfico.
Una “tormenta perfecta” de inseguridad económica, agitación política, aumento de la violencia, cambio climático y medidas enérgicas contra la inmigración en toda la región empujó a la asombrosa cifra de 133.653 migrantes a cruzar en 2021.
Esta cifra ha seguido duplicándose anualmente, hasta alcanzar los 248.284 en 2022 y un récord de 520.085 migrantes en 2023, más de 40 veces el promedio anual entre 2010 y 2020.
Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), uno de cada cinco de estos migrantes es un niño y uno de cada diez es menor de cinco años.
En 2023, alrededor del 84 por ciento de los que cruzan la brecha son de Venezuela, Haití y Ecuador, donde combinaciones catastróficas de colapso económico, disfunción política y delitos violentos han obligado a miles de familias a huir.
Aunque los venezolanos siguen siendo la nacionalidad más representada en los últimos dos años por un amplio margen, con 328.667 personas que cruzaron en 2023.
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