Rebecca Parasnath es una joven de 23 años y vive en una casa de madera sobre pilotes sin electricidad ni conexión al alcantarillado en las afueras de Georgetown, en Guyana.
Como gran parte de la ciudad, su barrio, Wortmanville, está a unos dos metros por debajo del nivel del mar y está protegido por el malecón de Kingston, una barrera de 450 kilómetros construida para protegerse del mar.
Georgetown es una de las capitales más vulnerables del mundo en lo que respecta a inundaciones extremas y aumento del nivel del mar.
En 2005, la ciudad sufrió inundaciones que afectaron a 290.000 personas, un recordatorio del significado indígena de Guyana: “tierra de muchas aguas”.
El cambio de vida
Parasnath espera tener muy pronto una vida mejor en la nueva promesa de Guyana: el petróleo y el gas, los mismos combustibles fósiles que están provocando la crisis climática.
Como muchos, espera recibir una subvención gubernamental en efectivo de 5.000 dólares, un terreno urbano para construir su propia casa en un lugar más seguro y una beca para ir a la universidad.
“Siguen diciendo que nos darán dinero del petróleo, ¿no?”, dice Parasnath, con un poco escepticismo, pero con la esperanza de que su país se convierta en el Qatar de América.
Desde 2015, cuando la multinacional estadounidense ExxonMobil encontró petróleo en Guyana, era en ese momento uno de los países más pobres de toda las Américas.
Sus 800.000 ciudadanos han ido escalando rápidamente en el ranking de las naciones con mayor PIB per cápita, gracias a una de las economías de más rápido crecimiento del mundo.
Los números han mejorado
En 2023, el PIB de este “Qatar sudamericano” aumentó un 33%, y se espera que crezca otro 34% en 2024.
Las regalías y exportaciones de petróleo aportaron aproximadamente 1.620 millones de dólares (1.270 millones de libras esterlinas) a los ingresos anuales del gobierno el año pasado.
Con proyecciones de que aumentarán a 2.420 millones de dólares en 2024 y 7.500 millones de dólares en 2040, lo suficiente para impulsar drásticamente el presupuesto nacional, estimado en 5.490 millones de dólares en 2024.
En la década transcurrida desde que ExxonMobil descubrió el yacimiento petrolífero de Liza, a 190 kilómetros de la costa de Guyana, el país se ha convertido en un nuevo magnate petrolero mundial.
Esta antigua colonia británica tiene alrededor del 90% de la superficie del Reino Unido, pero sólo el 1,2% de su población.
Sus reservas de petróleo se estiman en 11.000 millones de barriles equivalentes de petróleo, lo que supone el 75% de las reservas de petróleo de su vecino gigante, Brasil.
Las estimaciones
La Agencia Internacional de Energía estima que los descubrimientos en alta mar podrían significar que la producción de Guyana de 250.000 barriles diarios en 2022 se quintuplicará para 2030.
Esto convierte a Guyana en un protagonista de la fiebre petrolera en América Latina y el Caribe.
Si bien Guyana está ubicada en América del Sur, se le considera un país caribeño y comparte lazos culturales con sus vecinos latinoamericanos.
En medio del debate mundial sobre la transición hacia el abandono de los combustibles fósiles, la mitad de los países de la región (16 de los 33) están involucrados en nuevos e importantes proyectos de extracción de petróleo y gas.
Guyana apuesta por el petróleo, ya que la producción y el consumo mundiales aumentan de forma constante.
Frente a un mercado petrolero mundial en alza, muchos en el sur global se preguntan por qué no se debería esperar que Guyana, Ecuador, Brasil, Argentina o México exploten materias primas tan valiosas.
Desde el gobierno guyanés
Ashni Singh, ministro de Finanzas de Guyana, sostiene que el país tiene el derecho moral de aprovechar sus recursos.
Guyana diseñó su primera Estrategia de Desarrollo con Bajas Emisiones de Carbono “mucho antes del descubrimiento del petróleo”, explica el alto funcionario.
En el marco de esta estrategia, Guyana buscó obtener ingresos para mantener sus bosques, lo que dio lugar a un acuerdo de cinco años por 250 millones de dólares con Noruega.
Esta financiación respaldó un sistema de seguimiento, registro y verificación (MRV) para la transición a una economía baja en carbono y la participación en el mercado del carbono.
El dato
El país se convirtió entonces en el primero en certificar sus créditos de carbono, “combinando sus esfuerzos de conservación forestal con mecanismos globales de comercio de carbono”, dice Singh.
“El proceso que llevó a ExxonMobil a llegar a Guyana, iniciar la exploración y, finalmente, descubrir petróleo, ha sido un esfuerzo sostenido por diversificar la economía anterior al petróleo”, afirma Singh.
Las regalías petroleras, dice, no borrarán la política baja en carbono sino que facilitarán una estrategia de desarrollo sostenible.