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Criar a una hija puede costar casi el doble que criar a un hijo según estudios

Factores culturales y de consumo hacen que el gasto familiar sea mayor en las niñas

Criar a una hija cuesta más que criar a un hijo. Así lo revelan diferentes estudios económicos y sociológicos realizados en países como Estados Unidos, Reino Unido y varias naciones de América Latina. La diferencia puede alcanzar entre un 10 % y hasta casi el doble de gasto, dependiendo de los contextos culturales, las tradiciones familiares y las expectativas de consumo.

El peso de los gastos cotidianos

Desde la infancia, los productos dirigidos a niñas suelen tener un precio más alto que los destinados a niños. Este fenómeno es conocido como “pink tax” y afecta a artículos de uso común como ropa, mochilas, juguetes, perfumes y productos de higiene personal. Aunque cumplen la misma función, las versiones femeninas tienden a ser más costosas, lo que se traduce en un gasto anual adicional para las familias.

Un análisis citado por MarketWatch calculó que criar a una hija podría significar US$2.160 más por año en comparación con un hijo, lo que acumula una diferencia considerable en 18 años. En el Reino Unido, encuestas de consumo detectaron que entre los 5 y los 18 años, los gastos de las niñas en actividades extracurriculares y pasatiempos superaban en un 37 % a los de los varones.

Educación y actividades extracurriculares

En el terreno educativo, los estudios muestran que la inversión depende más del nivel socioeconómico de la familia que del género del hijo. Sin embargo, existen diferencias en las actividades extracurriculares.

Encuestas en Reino Unido y Estados Unidos revelan que las niñas suelen participar con mayor frecuencia en danza, música o cursos artísticos, mientras que los varones tienden a inclinarse por deportes colectivos. Estas elecciones, condicionadas por factores culturales, terminan reflejándose en gastos distintos que, en muchos casos, resultan más altos para las hijas.

Celebraciones y tradiciones sociales

Otro aspecto clave son las celebraciones. En América Latina, los quince años son un evento culturalmente importante que suele implicar grandes inversiones en vestidos, recepciones y fiestas familiares. Aunque los hijos varones también celebran etapas importantes, no existe un equivalente que genere el mismo nivel de gasto.

En países asiáticos o de Medio Oriente, los costos de bodas y dotes recaen en gran parte sobre las familias de las hijas. Estas prácticas, aún vigentes en ciertos lugares, explican por qué los estudios sociológicos afirman que el gasto puede llegar a duplicarse en comparación con los varones.

Perspectiva cultural y de mercado

Sociólogos y economistas advierten que esta diferencia no responde a una necesidad natural de las niñas, sino a expectativas culturales y estrategias de mercado. La publicidad está diseñada para incentivar el consumo femenino desde edades tempranas. La moda y la belleza se presentan como necesidades recurrentes, lo que hace que las familias destinen más recursos en productos y experiencias para sus hijas.

Este comportamiento del mercado global refuerza la percepción de que criar a una hija cuesta más que criar a un hijo. A lo largo de la infancia y adolescencia, las niñas son vistas como un público clave para marcas y empresas, lo que multiplica la presión de consumo en los hogares.

Lo que dicen los especialistas

De acuerdo con diferentes informes, el sobrecosto de criar a una hija oscila entre los 900 y 2.000 dólares adicionales por año, según el país. Si se suman gastos en educación, ropa, salud menstrual y celebraciones sociales, la diferencia puede representar decenas de miles de dólares a lo largo de la vida.

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Los expertos aclaran que estas cifras reflejan promedios generales y no son una regla universal. Existen familias que gastan más en sus hijos varones por razones deportivas, académicas o de salud. Sin embargo, la tendencia global muestra que la carga económica suele ser mayor cuando se trata de hijas.

Una mirada más amplia

El debate sobre los costos de crianza también conecta con la igualdad de género. Muchas de las diferencias económicas no están relacionadas con necesidades reales, sino con expectativas sociales. Analistas señalan que reducir estas brechas pasa por cuestionar prácticas de consumo y revisar el impacto de tradiciones que imponen un mayor gasto a las familias de hijas mujeres.

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