Dejar que un bebé llore sin consuelo puede parecer una forma de que aprenda a calmarse, pero la neurociencia muestra una realidad distinta. Ignorar el llanto prolongado no solo aumenta el estrés en los primeros meses de vida, también puede afectar la forma en que el cerebro del niño responde a las emociones y construye vínculos a lo largo de su desarrollo.
Qué dice la ciencia
Investigaciones publicadas en Child Development y Development and Psychopathology analizaron cómo reacciona el cerebro del bebé ante el llanto sin respuesta. Los estudios concluyen que esta situación activa una liberación constante de cortisol, la hormona del estrés. Si el nivel se mantiene alto durante mucho tiempo, puede afectar la formación de conexiones neuronales y alterar el desarrollo de áreas relacionadas con la regulación emocional.
Los científicos advierten que el estrés repetido en la infancia temprana está vinculado con mayores probabilidades de ansiedad, irritabilidad y problemas para manejar las emociones en etapas posteriores.
Lo que ocurre cuando no se atiende el llanto
El llanto es la principal forma de comunicación del bebé. A través de él expresa hambre, incomodidad o la necesidad de contacto. Cuando no recibe respuesta, el cuerpo entra en estado de alerta: aumenta la frecuencia cardíaca, se eleva la presión y el cerebro libera adrenalina. Si esto se repite con frecuencia, el sistema nervioso aprende a mantenerse en tensión incluso en situaciones seguras.
Investigadores de la Universidad de Cambridge y de la Universidad de Warwick observaron que los bebés que no eran consolados de manera constante tendían a desarrollar mayor sensibilidad al estrés. Con el tiempo, esto puede traducirse en dificultades para relajarse, inseguridad y menor capacidad de autorregulación emocional.
Qué dicen los expertos sobre los métodos de sueño
El método conocido como cry it out o “dejar llorar” se ha popularizado como técnica para que los bebés aprendan a dormir solos. Sin embargo, los expertos recomiendan aplicarlo con precaución.
El estudio de Bilgin y Wolke (2020) sugiere que en contextos seguros, con rutinas predecibles y afecto diario, el método no mostró efectos negativos a corto plazo. Pero los autores aclaran que todavía no existen investigaciones suficientes que midan los impactos a largo plazo en el desarrollo cerebral ni en el vínculo con los cuidadores.
La comunidad científica coincide en que el éxito de cualquier técnica depende de cómo se aplica y de la sensibilidad del entorno familiar. No es lo mismo permitir que el bebé llore unos minutos bajo observación, que ignorar sus señales por completo durante largos periodos.
La importancia de una respuesta sensible
Responder al llanto no significa sobreproteger ni impedir que el bebé aprenda a dormir. Significa ofrecerle seguridad y ayudarlo a entender que el mundo es un lugar confiable. Esa confianza temprana se convierte en la base de su desarrollo emocional.
Pediatras y especialistas en desarrollo infantil recomiendan mantener contacto físico, hablar con voz calmada y crear rutinas estables. Estas acciones no solo calman el llanto, también fortalecen las redes neuronales relacionadas con el bienestar y la regulación emocional.
Una infancia segura empieza con una respuesta
La evidencia científica muestra que la forma en que los adultos reaccionan ante el llanto de un bebé puede influir en su salud mental y emocional a largo plazo. Aunque algunas técnicas de sueño pueden ser efectivas cuando se aplican con cuidado, dejar que un bebé llore sin consuelo de manera repetida puede generar un tipo de estrés conocido como “tóxico”, que interfiere con el desarrollo neurológico.
Atender al bebé con sensibilidad, empatía y constancia no es solo un acto de amor, sino una inversión en su futuro emocional. Los primeros meses de vida son una etapa en la que cada respuesta cuenta, y construir seguridad hoy puede marcar la diferencia en su bienestar mañana.

