La revista Forbes reveló el rankig de las personas más ricas del mundo en su reciente publicación.
Y en la categoría femenina, Françoise Bettencourt Meyers, de 70 años, fue escogida como la mujer más rica del planeta.
La francesa es dueña de la reconocida empresa doméstica L’Oreal y tiene una fortuna aproximada de 92 billones de dólares.
Para hacer este listado, la revista Forbes rastrea los altibajos diarios de las personas con más dineros.
Para ello proceden a actualizan sus patrimonios y así se determina su clasificación.
Cómo llegó a ser multimillonaria
La magnate alcanzó este extraordinario hito financiero gracias al negocio de cosméticos de su familia.
Este lo heredó de su madre, quien anteriormente fue la mujer más rica del mundo hasta su muerte en 2017.
Bettencourt Meyers se unió al club de élite de multimillonarios cuando el precio de las acciones de L’Oréal subió, un acontecimiento decisivo en la compañía.
Mientras el mundo enfrenta problemas económicos y disparidades crecientes, el ascenso de Françoise ejemplifica el éxito individual.
Su increíble camino sirve como un grito de guerra para una mayor igualdad y oportunidades en los campos de las finanzas y los negocios.
Ella es la emperatriz de la riqueza y la obstinada matriarca del clan Bettencourt.
Alcanzó la cima de la dominación financiera y el mundo observó con incredulidad cuando se convirtió en la mujer más rica del planeta.
Sin embargo, detrás del brillo y el glamour de su lujosa existencia, se esconde una historia llena de matices, perseverancia y determinación inquebrantable.
El día que entró al negocio
La entrada de Françoise en el negocio comenzó en 1997, cuando fue nombrada miembro de la junta directiva de L’Oréal.
Este fue un momento decisivo que marcó su ascenso a la prominencia en el mundo empresarial.
Ella mejoró sus talentos y conocimientos con el tiempo, manejando de manera experta las complejas sutilezas del gobierno corporativo y la gestión estratégica.
Su llegada a la presidenta del holding familiar consolidó su posición como líder visionaria encargada de preservar la historia de L’Oréal y dirigir la empresa hacia el éxito y la riqueza continuos.
Françoise asumió una enorme responsabilidad como curadora de la inversión de la familia Bettencourt en L’Oréal, que ascendía al 33% de las acciones de la empresa.
Su gestión de esta historia, junto con su firme devoción por mantener la integridad y el espíritu de la marca, demostró su dedicación para honrar los principios impartidos por sus antepasados.
Tras la muerte de su madre en 2017, asumió un puesto más importante dentro de la organización, atravesando tiempos de agitación e incertidumbre con valentía y fortaleza.
Su ascenso
El ascenso de Françoise a la prominencia financiera es más que una simple historia de fortuna heredada; también es de tenacidad y empuje.
Guiada por la tradición de L’Oréal e inspirada por su pasión interior por la perfección, superó el laberinto de obstáculos y emergió como un emblema del empoderamiento femenino y la grandeza corporativa.
Su camino, cargado de dificultades y victorias, es la historia definitiva de tenacidad y fortaleza, que inspira a generaciones a imaginar un futuro donde se rompen los límites y los sueños se hacen realidad.
En el amplio entramado de dinero e influencia, Françoise aparece no sólo como una benefactora de fortuna, sino también como un ejemplo de liderazgo virtuoso y perseverancia inquebrantable.
Esto mientras continuaba descubriendo nuevos horizontes y redefiniendo los límites del éxito.
Su legado brillaba como una luz de esperanza e inspiración, trascendiendo los reinos de la riqueza para simbolizar la esencia del potencial humano liberado.
En ella, el mundo descubre no sólo a una heredera millonaria, sino también a un faro visionario que ilumina el camino hacia un futuro más brillante y justo.
Sobre su vida personal
Françoise Bettencourt Meyers nació en el lujo el 10 de julio de 1953, en el encantador suburbio de Neuilly-sur-Seine, París, un remanso de opulencia situado en el corazón de la capital cultural de Francia.
Criada bajo la atenta mirada de sus padres, Liliane Bettencourt y André Bettencourt, heredó un linaje impregnado de la legendaria historia de L’Oréal, la potencia mundial de la belleza creada por su abuelo, Eugene Schueller.
Su infancia, sin embargo, no estuvo exenta de obstáculos y controversias, con el fantasma de los antecedentes de su familia en tiempos de guerra.
Esto por la sospecha de participación de su abuelo en la dictadura Nazi acechando sobre sus años de formación.
A pesar del peso de las expectativas familiares y los legados históricos, Françoise forjó su propio camino con gracia y perseverancia.
Abrazando la religión católica que le inculcaron desde su infancia, comenzó un camino de autodescubrimiento que eventualmente la llevó a abrazar el judaísmo, una decisión que remodelaría su identidad y afectaría sus ambiciones futuras.
Esta magnate está casada con Jean-Pierre Meyer que representó una fusión de culturas disímiles.
- Imagen de portada tomada/ Bernard Patrick/abaca/picture alliance