Misofonía y su impacto en la vida cotidiana
Sentir rabia al escuchar a alguien masticar puede parecer exagerado, pero para quienes sufren misofonía, es una reacción real y difícil de controlar. Se trata de un trastorno neurológico que provoca ira, ansiedad o repulsión ante ruidos cotidianos como la respiración, los sorbos o los cubiertos al chocar.
El término fue acuñado en los años 2000 por los científicos Jastreboff. Ellos describieron cómo ciertos sonidos que molestan activan respuestas físicas y emocionales extremas en algunas personas.
Cómo reacciona el cerebro ante los sonidos que molestan
Estudios con resonancia magnética revelaron que el cerebro de quienes tienen misofonía muestra una conexión inusual entre la corteza auditiva y la ínsula anterior. Esta región se activa con emociones negativas, lo que explicaría la incomodidad desproporcionada ante sonidos normales.
Los investigadores notaron que incluso un clic de pluma o el tic-tac de un reloj puede generar respuestas intensas. Estas no se controlan de forma voluntaria y afectan la convivencia diaria.
Un trastorno que también afecta la salud mental
Muchas personas con misofonía evitan reuniones sociales o comer en grupo. Esto puede causar aislamiento, estrés y conflictos con quienes no entienden la situación. Por eso se ha comenzado a vincular este problema con otros relacionados a la salud mental, como la ansiedad o el TOC.
Las terapias más comunes son la cognitivo-conductual y el mindfulness. También se usa la exposición progresiva al estímulo para reducir la sensibilidad auditiva.
Cuándo buscar ayuda profesional
Si los ruidos cotidianos provocan enojo, taquicardia o ganas de huir, es momento de consultar con un especialista. Existen enfoques clínicos que pueden ayudar a manejar este trastorno neurológico sin necesidad de medicación.
La clave es entender que no se trata de una exageración. La misofonía tiene bases reales en la neurociencia y merece atención profesional.