Un grupo de investigadores lograron demostrar que el número de horas de sueño está directamente vinculado con el riesgo de sufrir depresión a futuro.
La calidad del sueño puede determinar el estado de ánimo y de salud de las personas. Se conoce que el dormir mal puede debilitar el sistema inmunológico, haciéndolo más propensos a los virus; desarrollar el riesgo de lesiones durante los entrenamientos intensos y puede alterar las hormonas que regulan el apetito.
Pero también consigue afectar el funcionamiento mental, ya que cuando la calidad del sueño es insuficiente, el organismo no descansa.
La Fundación del Sueño de los Estados Unidos señala de manera clara que la falta crónica de sueño puede producir ansiedad, depresión e irritabilidad.
La doctora Agustina Furnari, miembro de la Unidad de Medicina del Sueño de Fleni en Argentina, afirmó en una reciente entrevista a varios medios que “dormir es un proceso por el cual nuestro cuerpo recupera energía, se eliminan desechos que se acumularon durante el día. Se normalizan las hormonas, se refuerzan las defensas y, además, se consolida la memoria”
Es recomendable dormir al menos siete horas seguidas, dormir muy bien, tanto en calidad y cantidad de horas, ya que puede llegar hacer crítico para la salud, impacta en el rendimiento físico, memoria, concentración y niveles de energía
Estudio genético
Los investigadores concluyeron realizar un estudio genético observando los datos de personas con una edad promedio de 65 años.
De esta manera, se logró demostrar que las enfermedades mentales y su vínculo con el sueño puede ser más complejo de lo que se creía.
Los doctores siempre han insistido que dormir mal puede ser considerado como un efecto secundario de problemas de salud mental.
La autora principal de Odessa S. Hamilton, del Instituto de Epidemiología y Atención Médica de la University College London (UCL) manifestó que:
“tenemos este escenario del huevo o la gallina entre la duración subóptima del sueño y la depresión; con frecuencia suceden paralelamente, pero qué ocurre primero está en gran medida sin resolver”.
Agrega el experto que: “Emplear la susceptibilidad genética a la enfermedad, establecemos que es probable que el sueño preceda a los síntomas depresivos, y no al revés.”
Los hallazgos
El equipo de científicos tomó los datos genéticos y de salud de 7.146 personas para hacer el estudio longitudinal sobre envejecimiento (ELSA) en Inglaterra.
Partiendo de esto, se examinó la predisposición genética entre los colaboradores y los resultados de estudios anteriores sobre las posibilidades de desarrollar depresión y sueño de corta o larga duración.
Comprobaron que los participantes con una mayor predisposición genética a dormir poco (menos de cinco horas en una noche) tenían más posibilidades de desarrollar síntomas depresivos en un plazo de 4 y 12 años.
Según un comunicado de UCL, “las personas que duermen cinco horas o menos tienen 2,5 veces más posibilidades de producir síntomas depresivos; en cambio las personas con síntomas depresivos tenían un poco más de probabilidades de sufrir falta de sueño”
Sueño de calidad
Aunque, las personas con mayor predisposición genética a la depresión no tenían una mayor probabilidad de dormir poco.
Para la investigadora Olesya Ainakina, “la corta y larga duración del sueño, junto con la depresión, son componentes que contribuyen en gran medida a la carga de la salud pública y que son altamente heredables”
De tal manera, que los científicos alcanzaron comprobar que la poca calidad de sueño y la depresión aumentan con la edad.
Esto podría ser un problema a largo plazo para los sistemas de salud, la población se está envejeciendo y es necesario comprender estos patrones para atender estos casos a futuro.
Finalmente, los expertos realizaron otro análisis no genético y encontraron que dormir mucho también puede tener un impacto en los síntomas de la depresión.
Las personas que dormían más de nueve horas tenían 1,5 veces más posibilidades de producir síntomas depresivos que aquellos que dormían un promedio de siete horas.
En los análisis, se combinaron datos sobre el sueño y los síntomas depresivos de dos encuestas ELSA ejecutadas con dos años de diferencia, ya que se sabe que la duración del sueño y la depresión varían con el tiempo.