Venezuela y la región viven momentos de tensión, pues a pocas horas de la posesión de Nicolás Maduro como presidente del país sudamericano, al lado de Edmundo González que le ha dicho a la comunidad internacional que también estará tomando juramento este 10 de enero desde Caracas.
Lo anterior lo convierte en un escenario poco agradable frente a lo que pueda suceder en materia de orden público en la nación petrolera.
Sobre todo, después del suceso en el que la líder de oposición María Corina Machado fue retenida por organismo de seguridad del oficialismo y posteriormente liberada por ellos mismos.
El hecho se registró después de que Machado hiciera una aparición pública en uno de sus bastiones que fue convocado por toda la dirigencia opositora a la calles de las principales ciudades y también en todo el mundo.
Lo cierto, es que para saber si la “dictadura” tiene las horas contadas o no, debemos plantearnos po lo menos una serie de escenarios frente a este 10 de enero.
Maduro vuelve a superar a la oposición
La coalición de oposición, a pesar de la notable organización que se desarrolló antes y durante las elecciones del 28 de julio, aún no ha mostrado suficiente fuerza para presionar al gobierno a negociar o a cambiar de bando a las figuras políticas y militares clave.
El régimen pondrá en duda las declaraciones de González Urrutia sobre el regreso al país y este se verá obligado a prestar juramento en el extranjero (algo que ha prometido no hacer) o, en caso de que intente regresar sin negociación previa, se enfrentará a la cárcel o a la imposibilidad de entrar al país.
Maduro enfrentará presiones internas y externas. Sin embargo, es poco probable que haya un período prolongado de disturbios civiles debido a la intensa represión postelectoral.
El círculo íntimo de Maduro sería el ganador final. La falta de legitimidad encendería luchas internas de poder que podrían llevar a una nueva purga dentro de las líneas chavistas, mientras Maduro intenta reestablecer la coalición gobernante.
El fantasma de Juan Guaidó
Teniendo en cuenta que González Urrutia descartó la posibilidad de tomar juramento en el extranjero, nos centraremos en el reingreso como caso base para este escenario.
Por lo que la coalición de gobierno podría permitir su ingreso pero González Urrutia no tiene el poder suficiente para derrocar a Maduro de una sola vez.
Si González Urrutia logra eludir a los servicios de inteligencia y tomar juramento público, esto podría ser suficiente para hacer que Maduro tema un colapso de sus fuerzas.
La otra posibilidad, y la menos probable, es que Maduro se vea presionado lo suficiente como para dejar que González Urrutia regrese en un intento de marginarlo como lo hizo con Guaidó después de su regreso.
Debido a la legitimidad electoral y el amplio apoyo a González Urrutia, esto fácilmente podría ser contraproducente al impulsar la moral de la organización de base de la oposición, poniendo de nuevo sobre la mesa las manifestaciones callejeras.
Con González Urrutia en el país y habiendo prestado juramento, las opciones de Maduro se limitarían a luchar por la supervivencia mientras intenta mantener unida a su coalición.
En este escenario se espera una intensa represión contra la oposición, la sociedad civil y la comunidad empresarial.
Las consecuencias económicas serían fatales, ya que el país volvería a paralizarse políticamente y la comunidad internacional presionaría para que el régimen se derrumbe.
Lograr infiltrar a Maduro
La actitud de Washington juega un papel influyente. Sin embargo, hasta el momento lo que la Casa Blanca podría hacer en medio de su cambio de guardia sigue siendo un enigma.
Al igual que las declaraciones de la Unión Europea, las promesas de apoyo total son amplias, pero el diablo está en la falta de detalles.
En el ámbito interno, el desafío sigue siendo el mismo: derribar el muro de hormigón que la coalición del régimen ha construido a lo largo de los años.
Para lograrlo, la oposición debe haber estado preparando un sólido conjunto de incentivos (recompensas) y castigos (castigos) que induzcan a aliados internos clave de Maduro a volverse contra él.
González Urrutia y Machado afirman que cuentan con el apoyo de funcionarios de bajo rango y que sus canales de comunicación con funcionarios de rango medio y alto están abiertos.
Sin embargo, no hay certezas de que se estén llevando a cabo negociaciones entre la oposición y los actores de poder de Maduro.
Está en manos de la oposición desarrollar la estrategia correcta que les permita influir en las piezas en movimiento para que ocupen las posiciones deseadas, lo que descubriremos el 10 de enero y los días siguientes.
Un tercer actor político
Existe la posibilidad de que actores deshonestos dentro de la élite del régimen se aprovechen de la actual lucha de poder entre el régimen y la oposición.
En este escenario, es importante identificar a quienes tienen el poder suficiente para crear una nueva coalición en la que participen los militares y que reemplace rápidamente a Maduro, manteniendo al mismo tiempo el apoyo de los aliados regionales (Colombia y Brasil) y globales (Rusia y China).
Sin embargo, este escenario se caracteriza por la incertidumbre de un Estado débil.
Debido a su falta de legitimidad, el nuevo régimen puede verse sujeto a múltiples disputas por el control y la influencia de actores extranjeros, lo que generaría riesgos de intenso malestar social y violencia.
En cuanto a la oposición, habría intentos de marginarla y seguir utilizando a los presos políticos como moneda de cambio para ganar legitimidad.
Este escenario podría llevar al país a un nuevo estancamiento político y a la oposición a la defensiva mientras el nuevo régimen intenta estabilizarse.
En cualquier caso, Maduro quiere que el 10 de enero sea decisivo, pues por ahora tiene una mano ganadora con el apoyo de una coalición que, a pesar de sus grietas visibles, todavía parece lo suficientemente fuerte como para soportar la presión.