En tiempos donde un mensaje de texto basta para demostrar interés, un hombre corrió más de 160 km desde San Diego hasta Los Ángeles para demostrar su amor. Se trata de Aron Greene, un joven de 26 años que decidió llegar a la casa de su novia no en auto ni en avión, sino corriendo sin parar durante más de 30 horas.
La hazaña no solo llamó la atención de los transeúntes y los ciclistas que lo vieron pasar. En cuestión de horas, su historia se había viralizado en redes sociales, acumulando miles de reacciones y compartidos.
El hombre que corrió más de 160 km desde San Diego por amor
Aron Greene no es atleta profesional. De hecho, comenzó a correr maratones hace solo dos años. Sin embargo, su determinación fue suficiente para planear una ruta de más de 100 millas —es decir, más de 160 km desde San Diego— y recorrerla con la única intención de sorprender a su novia, Josie, en la puerta de su casa.
La idea nació en un trancón, cuando Aron, frustrado por el tráfico en la autopista I‑5, comentó en tono de broma que podría llegar más rápido si fuera corriendo. Días después, decidió hacerlo en serio.
El recorrido, el dolor… y la llegada viral
La carrera fue dura. A la altura de la milla 83 pensó en detenerse, pero la música —rap, electrónica y algo de pop— lo ayudó a seguir. También contó con un equipo de apoyo que lo hidrataba y documentaba cada momento.
Durante todo el trayecto, el hombre que corrió más de 160 km desde San Diego tuvo que enfrentarse a dolor muscular, fatiga mental y temperaturas cambiantes. Al llegar a Los Ángeles, se acercó con flores en la mano y el cuerpo exhausto. Tocó la puerta. Su novia, Josie, no lo esperaba.
El video del reencuentro fue compartido por su equipo en redes sociales y se viralizó en pocas horas.
Próxima meta: 339 kilómetros por la montaña
La historia no terminó ahí. Aron anunció que su próximo objetivo será recorrer el John Muir Trail, una ruta de más de 339 kilómetros que atraviesa la Sierra Nevada de California.
Ya sea por amor o por pasión al deporte, lo cierto es que un hombre corrió más de 160 km desde San Diego y dejó una huella que va mucho más allá del asfalto. Lo suyo fue más que una carrera: fue un mensaje.
