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Ahora hay personas que pagan por comer con desconocidos para no sentirse solos

Este tipo de espacio permite a las personas conocer nuevos amigos y visiones del mundo sin necesidad de salir a recorrerlo.

Las cenas sociales (comer con extraños) se están volviendo cada vez más populares entre los viajeros tanto en América Latina y Europa

Un número creciente de plataformas como BlendAbout, PurpleDinner y MealSharing están aprovechando el poder de Internet para conectar a extraños durante la cena, en casas privadas y restaurantes.  

La tendencia es una rama de la economía colaborativa que generó sitios populares entre pares como Airbnb, HomeAway  y Uber.  

Popularizado primero por jóvenes conocedores de la tecnología, se ha extendido a otros usuarios de computadoras y de teléfonos inteligentes. 

Para los viajeros, es una forma de conocer gente local mientras experimentan nuevas cocinas, costumbres y culturas en entornos auténticos.  

Para aquellos que optan por participar en comidas más cerca de casa, es una forma no amenazante de salir de casa, disfrutar de una experiencia gastronómica compartida y, potencialmente, conocer nuevos amigos que viven cerca. 

La comida y su conexión  

La comida no es sólo comida. Cenar juntos inspira pasión, consuelo, alegría y culpa. Invita a la revelación, promete riesgo, dicen los expertos sobre sociología. 

Los científicos que analizan los lugares de banquetes primitivos concluyen que la comida compartida no es sólo el producto de la civilización humana, sino también su definición. 

Claro, la comida alimenta. El primer banquete es en el pecho. Pero la comida es más que combustible o incluso alimento.  

El banquete es político. Por eso a menudo los hombres se sientan a la cabecera de la mesa en lugar de las mujeres. Es por eso que Mao Zedong, quien una vez gobernó el Partido Comunista de China, prohibió los banquetes durante la revolución china de 1949.  

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El escalofrío doméstico de la fiesta es la razón por la que la planificación de los asientos en las bodas, los bar mitzvah y las cenas de Acción de Gracias es tan complicada. 

Por eso, al reunirnos para comer se vuelve un espacio tan trascendental y más cuando es con completos desconocidos, porque es abrir nuestra mente al mundo sin necesidad de recorrerlo

Comer con extraños 

La tendencia de reunir a extraños para comer ha surgido recientemente en muchos lugares a la vez, alimentando varios impulsos.  

Algunas personas son parte del fenómeno porque anhelan aliviar la soledad. Otros se relajan ante la idea de probar nuevas cocinas y escuchar nuevas formas de ver la vida. 

Y para algunos, el impulso está impulsado por la fe religiosa, por la creencia en hacer del mundo un lugar mejor o por la búsqueda de fomentar conexiones humanas íntimas en este mundo digitalizado. 

Tomemos como ejemplo  Kinza, una plataforma en línea creada hace un año en Toronto por los empresarios Sachin Gupta y Kate Tyshchenko

Gupta, que viene de Edmonton, extrañaba la socialización del vecindario de esa ciudad cuando se mudó a Toronto. Tyshchenko, que llegó desde San Petersburgo, Rusia, en 2012, fue aislado. Se les ocurrió la idea de reunir a personas hambrientas y cocineros caseros. 

Las app que unen 

Hasta ahora, Kinza ha celebrado unas 60 cenas con más de 20 anfitriones para 300 personas que no se conocían.  

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La mayoría de los comensales dijeron que la perspectiva de una buena comida era el gran atractivo, además de la novedad de comer con extraños.  

Gupta y Tyshchenko detuvieron el esfuerzo en el verano para idear un modelo de negocio sostenible. 

Otras organizaciones se crean principalmente para ser una alternativa a los restaurantes.   

Eatwith.com, una aplicación de “cena social” que comenzó en 2014, ahora tiene sede en París, Barcelona, Tel Aviv, San Francisco y Londres.  

Es algo así como el Uber de la cena. En lugar de llevarte en su coche, tus anfitriones cocinan para ti en su cocina. Desde su lanzamiento, Eatwith ha sentado a 150.000 desconocidos en mesas familiares en 130 países. 

Luego está Brittany Harman, de 22 años, que lanzó Cena con extraños en Halifax hace tres años con un amigo del campamento de verano, Matt Scott, de 23 años.  

Recién regresada de Uganda, donde sus padres eran misioneros, Harman se sorprendió al darse cuenta de que había estado caminando por las personas sin hogar de Halifax sin verlos realmente.  

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