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Emigrar: Una aventura para valientes

El hecho de cambiar de país implica aspectos más profundos que una simple nostalgia. Es un complejo proceso de reorganización personal al cambiar todo tu entorno: amigos, familia, idioma y costumbres.

Cumplir nuestros sueños personales y profesionales es generalmente además de ser feliz la meta de nuestra vida. Sin embargo, lograr que se hagan realidad no es una tarea fácil, y por el contrario siempre requiere de esfuerzos y sacrificios.

Más aún cuando esos sueños se forjan en un lugar diferente a donde nacimos y se emprende un arriesgado desafío al que llamamos emigrar y que termina convirtiéndose en toda una aventura para valientes.

Especialmente porque nuestros familiares, amigos, sitios conocidos para celebrar, meditar e incluso ‘hacer nada’ nos brindan una sensación de seguridad y confort que difícilmente tendremos en otra parte.

Por eso, estando lejos toca volver a la gallardía que nos sigue llenando de ánimos para continuar y ser mejores, aunque sea necesario pasar por varias etapas y superar obstáculos para lograrlo.

‘Vivir el duelo’

Seguramente todos estos escenarios los tenemos en mente cuando tomamos la decisión de coger nuestras maletas e irnos a buscar lo que queremos. Pero, cuando se vive el momento empiezan a sentirse realmente las consecuencias de esta iniciativa.

Entonces, en ocasiones, el hecho de cambiar de país implica aspectos vinculados a nuestra salud mental más profundos que una simple nostalgia. Ya que la migración es un fenómeno conocido por desestabilizar a gran escala la vida de las personas que emigran a otro país, es un complejo proceso de reorganización personal al cambiar todo tu entorno: amigos, familia, idioma, costumbres, nivel social, etc.

De modo que sea cual sea el motivo de la emigración, se experimenta en mayor o menor medida un proceso de elaboración de la pérdida de todo aquello que era conocido y cotidiano.

El duelo migratorio nos afecta emocionalmente poniendo a prueba nuestros recursos psicológicos y la capacidad de adaptación. De manera particular porque las emociones que se movilizan durante este proceso son ambiguas, por lo que es crucial la forma de sobrellevarlas.

Sobre todo, porque es una experiencia que se reactiva muy a menudo con cada llamada de algún familiar, al ver fotografías de amigos o de tu ciudad o al escuchar a alguien hablando en tu idioma nativo.

Los nuevos desafíos

Según la estimación más reciente de la ONU, en 2020 había en el mundo aproximadamente 281 millones de migrantes internacionales, una cifra equivalente al 3,6% de la población mundial.

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Globalmente, el número estimado de migrantes internacionales ha aumentado en las últimas cinco décadas. El total estimado de 281 millones de personas que vivían en un país distinto de su país natal en 2020 es superior en 128 millones a la cifra de 1990 y triplica con creces la de 1970.

Con estas cifras, podría pensarse que cada vez el proceso de migración es más sencillo, pero lo cierto es que cualquier circunstancia puede transformarse en estresante.

Todas estas circunstancias se dan en un contexto determinado, bajo unas condiciones sociales, laborales y personales particulares en un entorno cambiante. Por eso, en la aventura que supone viajar a un país nuevo y diferente, aparecen desafíos típicos del proceso de adaptación con los que tenemos que lidiar:

La soledad

Inducida por la separación de la familia, los amigos y todos los seres queridos. El sentimiento de soledad está relacionado con los vínculos de apego que como seres humanos elaboramos desde el momento en que nacemos.

Sentimiento de desesperanza y fracaso

Si las circunstancias no son como esperábamos, no conseguimos aquello que creíamos fácil y vemos menguadas las oportunidades para salir adelante, todo ello desemboca en un sentimiento de desesperanza y fracaso que desaparecerá cuando logremos una correcta adaptación.

La lucha por la supervivencia

Cuando estamos solos en la jungla de nuestro nuevo mundo, tenemos que proveernos de alimentación, una vivienda y todas aquellas necesidades básicas para la vida diaria. Especialmente en el caso de que no conozcamos el idioma del nuevo país, todas estas tareas que parecen cotidianas pueden convertirse en una lucha diaria.

El miedo

El temor por los peligros físicos, los abusos, la desorientación que vive el migrante hasta que conoce y se adapta a su nuevo entorno, suele ser de lo más difícil de afrontar.

La ausencia de una red de apoyo social

Estar solos en un nuevo lugar nos inhabilita de tomar un transporte y llegar hasta donde nuestro mejor amigo o charlar con tu mamá, por lo que esta red de apoyo hace falta constantemente. De hecho, en este proceso puede que deba ser labrada muchas veces partiendo de cero.

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Lo que debes tener claro

Bien lo dijo el novelista Henry Miller: “Nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas”. Así que para seguir adelante y tener éxito en todos nuestros propósitos de esta gran aventura es necesario valorar la experiencia del cambio como una oportunidad, un reto para tratar de ser mejor en cualquier aspecto.

Al emigrar, salimos de nuestra zona de confort y salir de ella aumenta la autoestima y la satisfacción personal. Está en nosotros reevaluar la situación desde un punto de vista optimista y esperanzador.

Respetar el país al que llegas y su cultura es el punto clave y aquí es importante fomentar y crear lazos personales. Adquirir un nuevo entorno social estable, nos ayudará a estar mejor y nos servirá de apoyo ante baches emocionales además de agilizar el proceso de adaptación a nuestro nuevo país de residencia.

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