En las montañas de Chiapas, México, se encuentra San Juan Chamula, un municipio indígena tzotzil con una cultura única y costumbres que llaman la atención de todo el mundo. Aquí, la Coca-Cola no solo es una bebida refrescante. Forma parte de la vida diaria, de la economía y hasta de la espiritualidad. Estudios académicos han documentado que el consumo promedio en Chiapas es uno de los más altos del planeta, alcanzando casi dos litros diarios por persona.
San Juan Chamula y su identidad indígena
San Juan Chamula está a solo 10 kilómetros de San Cristóbal de las Casas. La cabecera municipal tiene cerca de 4 700 habitantes, mientras que todo el municipio supera los 100 000. La mayoría habla tzotzil y mantiene costumbres heredadas de sus antepasados. En su iglesia principal, las paredes están cubiertas de imágenes religiosas, pero las ceremonias mezclan ritos católicos con prácticas ancestrales. Este sincretismo cultural atrae a investigadores, turistas y fotógrafos de todo el mundo.
Coca-Cola en San Juan Chamula: un consumo récord
Según el Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur (CIMSUR-UNAM), el estado de Chiapas registra un consumo promedio de 821.25 litros de Coca-Cola por persona al año, lo que equivale a más de 2.25 litros diarios. Esta cifra sitúa a la región como una de las que más refresco consume en el mundo.
Aunque no hay un registro específico para San Juan Chamula, su presencia constante en estudios y reportajes refleja que es uno de los municipios más representativos de este fenómeno. Las tiendas están llenas de botellas rojas y es raro encontrar una reunión o ceremonia donde no esté presente.
El agua potable en San Juan Chamula es limitada
Uno de los motivos que explican este consumo tan alto es el acceso restringido a agua potable segura. Muchas familias reciben agua solo unas horas a la semana o deben recurrir a fuentes no tratadas. En ese contexto, la Coca-Cola se percibe como una opción más confiable y fácil de conseguir.
Organizaciones medioambientales han señalado que las embotelladoras extraen grandes volúmenes de agua en la región, lo que genera debate y preocupación. Para los defensores del medio ambiente, mejorar el acceso al agua es esencial para cambiar los hábitos de consumo.
Rituales y creencias con Coca-Cola en Chamula
En San Juan Chamula, la Coca-Cola tiene un valor simbólico que va más allá de lo comercial. Durante las ceremonias religiosas, los fieles beben esta bebida como parte de las ofrendas. El gas provoca eructos que, según la tradición, ayudan a expulsar energías negativas y a limpiar el espíritu.
En estas ceremonias también se usa pox, un aguardiente local, junto con velas y rezos. Esta combinación refleja cómo la comunidad ha integrado un producto global en prácticas que mantienen su esencia indígena.
Impactos en la salud
El consumo constante de bebidas azucaradas tiene consecuencias. En Chiapas, médicos y autoridades de salud han reportado un aumento en casos de diabetes tipo 2, hipertensión y obesidad. En algunas zonas, estas enfermedades afectan a familias enteras.
Organizaciones civiles han lanzado campañas para reducir el consumo de refrescos y promover el agua y otras bebidas naturales. Sin embargo, cambiar un hábito tan arraigado es un reto, sobre todo en lugares donde el agua potable escasea.
Un fenómeno cultural y social
Para muchos habitantes, la Coca-Cola es parte de su vida social. Está presente en bodas, funerales, mercados y fiestas comunitarias. Su consumo no se ve como un lujo, sino como algo cotidiano y necesario.
Al mismo tiempo, esta costumbre ha convertido a San Juan Chamula en un caso de estudio sobre el impacto de la globalización en las comunidades indígenas. Aquí, un producto industrial se ha convertido en símbolo cultural y en motor económico, pero también en un factor de riesgo para la salud.
Retos y posibles soluciones
Reducir el consumo excesivo de refrescos no significa romper con las tradiciones. Expertos sugieren medidas como instalar sistemas de captación de agua de lluvia, reforzar las redes de distribución de agua y ofrecer programas educativos sobre alimentación saludable.
También proponen impulsar proyectos comunitarios que fomenten el consumo de bebidas locales menos dañinas. La clave está en encontrar un equilibrio que preserve la cultura, mejore la salud y proteja los recursos naturales.