Publicidad

¿Te lo imaginas? Los humanos podríamos vivir bajo el agua

El agua cubre el 71% del planeta. Y desde que Jacques-Yves Cousteau inventó la escafandra autónoma para respirar bajo el agua, se han hecho numerosos avances tecnológicos.

Antonio Pigafetta, asistente personal de Fernando de Magallanes, hace casi 500 años durante su expedición, escribía las increíbles capacidades para la inmersión del pueblo Bajau.

Repartidos hoy por las mil islas que hay al sudeste de Asia, “viven siempre en sus barcas y no tienen casas en la costa”.

Ahora, un estudio muestra que los bajau tienen una serie de mutaciones genéticas que les ayudan a ser casi peces.

En la actualidad un millón de personas viven en zonas costeras de Filipinas, Indonesia o Malasia. La mayoría nacen, viven y mueren en barcas o plataformas flotantes sobre el mar de Sulawesi.

Los Bajau, llamados también “nómades del mar”, han perfeccionado por siglos la técnica de aguantar la respiración bajo el agua por varios minutos, muchos más que cualquier otra persona del mundo. Ago totalmente increíble!!!

Lo que debes saber

Estas personas, pueden llegar a pasar entre 6 a 10 horas en el agua durante el día, y la mayor parte del tiempo están sumergidos.

El problema es que hay muchos menos peces disponibles que hace 25 años, lo que conlleva la necesidad de permanecer más tiempo bajo el agua para conseguir la misma cantidad.

Ahora, un estudio de la revista Cell aporta las primeras pruebas de que una mutación de ADN para tener bazos más grandes proporciona a los bajau una ventaja genética para la inmersión en las profundidades.

Cuenta los profesionales de salud que tienen un bazo más grande, necesario para almacenar células rojas oxigenadas y aguantar más tiempo bajo el agua.

Entender las capacidades de estas personas ayuda a la medicina en el campo de la tolerancia a la hipoxia, o falta de oxígeno.

- Patrocinado -

Los científicos han estudiado además que los niños pequeños ven perfectamente bajo el agua, una adaptación importante en ese contexto donde el ojo se adapta para la ocasión.

Pero ¿Puede el ser humano vivir bajo el agua?

El agua cubre el 71% del planeta. Y desde que el explorador marino Jacques-Yves Cousteau inventó la escafandra autónoma para respirar bajo el agua, se han hecho numerosos avances tecnológicos que han mejorado nuestra experiencia acuática.

“Dentro de 50 años una nueva raza de humanos, el Homo aquaticus, vivirá bajo el agua sin necesidad de llevar un suministro de aire”, decía Cousteau.

Su visión no se ha hecho realidad. Pero al menos hoy podemos entender cómo tendría que ser nuestro cuerpo para adaptarse a este medio.

Lo que debe pasar para vivir bajo el agua

Nuestro tamaño, por empezar, debería ser más grande para evitar la pérdida de calor corporal:

  • Necesitaríamos pies y manos palmeadas, es decir, con los dedos ligados entre sí por una membrana para nadar con más fuerza.
  • Las piernas unidas, como las de las míticas sirenas, también nos permitirían impulsarnos mejor en el mar.
  • Un cuerpo elongado y sin mucho relieve haría más fácil el deslizamiento por el agua.
  • Haría falta tener un ritmo cardíaco más pausado y que la sangre fluya sólo hacia los órganos más importantes.
  • También pulmones con una estructura plegable, para evitar el síndrome de descompresión.
  • Y ojos con capacidad de enfocar tanto arriba como abajo del agua.

Lo que nos falta para vivir bajo el agua

  • Flotabilidad: No flotan demasiado. Los buceadores que flotan mucho, pierden energía tratando de ganar profundidad.

Los buenos buzos necesitan un balance perfecto entre la grasa corporal, la capacidad pulmonar y los músculos para tener lo más parecido a una “flotabilidad neutral”.

  • Músculos: Los músculos son un lugar perfecto para almacenar oxígeno. Sin embargo, si un apneísta tiene mucho músculo puede llegar a quemar oxígeno demasiado rápido.

Los apneístas de competición se aseguran de que su masa muscular sea la ideal para su tipo de cuerpo.

Con ejercicios aeróbicos entrenan sus músculos para usar el oxígeno de forma más eficiente y prolongar el tiempo que pueden permanecer bajo el agua.

- Patrocinado -
  • Pulmones grandes: Unos pulmones de mayor tamaño aumentan la habilidad para almacenar aire rico en oxígeno. También ayuda a regular la flotabilidad en el agua.

Investigadores descubrieron que los buscadores de perlas japoneses tienen una capacidad pulmonar hasta un 15% más grande que una persona que no se dedica a este oficio y que vive en la misma región.

  • Bazo agrandado: Parece haber un vínculo fuerte entre el éxito competitivo de un experto en buceo libre y el tamaño de su bazo.

Científicos descubrieron que los mejores competidores de buceo libre tienen bazos más grandes de lo normal. No está claro si nacieron así o es el resultado del entrenamiento.

Se pensaba que este órgano no servía de mucho pero, recientemente, se descubrió que es un importante reservorio de glóbulos sanguíneos.

Los humanos pueden contraer el bazo cuando bucean para liberar más glóbulos en el sistema circulatorio.Tener un bazo más grande puede añadir 15 segundos al tiempo que un buceador puede estar bajo el agua.

Tolerancia a la falta de oxígeno: Bucear por períodos largos puede provocar falta de oxígeno. Cuando hacemos ejercicios anaeróbicos producimos ácido láctico.

La acumulación de este ácido láctico hace que muchos de nosotros sintamos punzadas cuando hacemos ejercicio. Los apneístas pueden tolerar largos períodos con poco oxígeno.

Científicos observaron que la saturación del oxígeno en el cerebro puede bajar hasta un 30% en los apneístas (para una persona normal el límite de saturación es 50%, con menos puede perder la conciencia).

  • Ritmo cardíaco: Los apneístas expertos se toman un momento para concentrarse y calmarse antes de bucear. Un par de respiraciones profundas es suficiente para ralentizar el ritmo cardíaco, llenar las reservas de oxígeno y librarse del exceso de dióxido de carbono.

Científicos observaron que el ritmo cardíaco en algunos apneístas puede llegar a 20 latidos por minutos. Esto es cinco veces más lento que el ritmo cardíaco de un adulto promedio en situación de descanso.

Publicidad