El conclave vaticano es uno de los procesos más enigmáticos y simbólicos de la humanidad. Detrás del humo blanco que anuncia la elección de un nuevo Papa se oculta una maquinaria ritual cargada de historia, secretos y simbolismos que apenas ha cambiado en siglos. Desde la muerte o renuncia del Pontífice hasta el momento del Habemus Papam, los cardenales atraviesan días de aislamiento absoluto, rezos solemnes, juramentos estrictos y votaciones bajo la mirada del Juicio Final de Miguel Ángel. En este artículo narrativo y profundamente investigado, te contamos en detalle el proceso completo y los secretos mejor guardados del conclave vaticano.
El inicio del proceso: sede vacante y la muerte del Papa
Todo comienza cuando el Papa muere o, en casos excepcionales como el de Benedicto XVI, renuncia. Inmediatamente se activa la sede vacante, un periodo en el cual la Santa Sede queda sin líder y el poder papal se suspende por completo. En ese momento, el cardenal camarlengo cumple su rol central: verificar oficialmente la muerte, retirar el Anillo del Pescador (símbolo de autoridad papal) y ordena su destrucción para evitar falsificaciones de documentos.
Durante los siguientes días se celebran los novemdiales, nueve jornadas de luto y misas en honor al Pontífice fallecido. Es también el tiempo en que los cardenales del mundo entero reciben la convocatoria oficial para viajar a Roma. Tienen entre 15 y 20 días para llegar y preparar la elección del nuevo líder espiritual de más de mil millones de católicos.
¿Cómo elige el Papa a los cardenales?
Los cardenales son designados por el Papa en vida, generalmente en consistorios públicos. Eligen a hombres con trayectorias ejemplares en la Iglesia, equilibrando representación geográfica, política y doctrinal. Al morir o renunciar el Papa, el Colegio de Cardenales pasa a tener un papel decisivo, aunque solo los menores de 80 años pueden participar en el conclave vaticano como electores. Actualmente, el número de cardenales electores no puede superar los 120.
Llegada a Roma: seguridad, aislamiento y misterio
A medida que los cardenales llegan a Roma, son hospedados en la Casa Santa Marta, dentro de los límites del Vaticano. Desde ese momento, comienzan los protocolos de seguridad. Se les retiran teléfonos móviles y dispositivos electrónicos. Todo su equipaje es revisado, y se activan inhibidores de señal para impedir cualquier comunicación no autorizada. Incluso los ambientes son revisados electrónicamente para detectar micrófonos ocultos.
Al llegar el día del inicio del conclave, los cardenales participan en una misa llamada Pro eligendo Pontifice, celebrada en la Basílica de San Pedro. Después, en procesión solemne, se dirigen a la Capilla Sixtina. Aquí comienza uno de los rituales más simbólicos del mundo: el encierro.
El Extra Omnes: cerrando el mundo exterior
La Capilla Sixtina, famosa por los frescos de Miguel Ángel, se convierte en el epicentro del conclave vaticano. Los cardenales ingresan y toman asiento según un orden protocolar. Entonces, el Maestro de Ceremonias pronuncia en voz alta “Extra Omnes” (¡Todos fuera!). Cualquier persona no autorizada abandona la capilla y las puertas se cierran con llave.
A partir de ese momento, el mundo exterior queda completamente bloqueado. Los cardenales no tienen acceso a noticias, mensajes, ni siquiera a sus familias. Se mantienen incomunicados hasta que haya un nuevo Papa. La rutina diaria incluye oración matutina, desayuno, dos votaciones por la mañana y dos por la tarde, misas privadas y reflexiones. Duermen únicamente en la Casa Santa Marta, y no pueden salir del Vaticano.
Temas que discuten en privado
Antes de votar, los cardenales suelen compartir reflexiones sobre el estado de la Iglesia. Aunque el reglamento prohíbe hacer campañas o pactos electorales, en la práctica surgen alianzas, corrientes ideológicas y bloques regionales. Se abordan temas como la gestión de escándalos, la necesidad de reformas, el rol de la Iglesia en regiones clave del mundo, y el perfil que se espera del nuevo Pontífice.
Cómo se vota en el conclave vaticano
El procedimiento de votación es milimétrico. Cada cardenal recibe una papeleta en blanco que contiene en su parte superior la frase en latín “Eligo in Summum Pontificem” (“Elijo como Sumo Pontífice…”). Luego, en secreto, escribe a mano el nombre del candidato de su preferencia.
La papeleta debe ser doblada exactamente en dos dobleces. Luego, el cardenal se acerca al altar, sostiene la papeleta en alto y pronuncia solemnemente: “Pongo por testigo a Cristo, mi juez, que voto al que según Dios creo que debe ser elegido”. Entonces deposita el voto en un cáliz de plata cubierto con una bandeja.
Tres escrutadores, también cardenales, se encargan de abrir los votos y contarlos. Cada papeleta es perforada por la palabra Eligo con una aguja, ensartada en un hilo y leída en voz alta. Si algún nombre obtiene dos tercios de los votos, se considera electo. Si no, se repite el proceso.
La fumata blanca y la fumata negra
Después de cada ronda de votación, los votos se queman. Si no hubo elección, se añade una sustancia química para que el humo salga negro: fumata negra, señal de que aún no hay Papa. Si alguien ha sido elegido, el humo es blanco: fumata blanca. Esta señal visible es el único indicio que tiene el mundo exterior de lo que está ocurriendo en la Capilla Sixtina.
Desde 2005, se utilizan sustancias como perclorato de potasio, antraceno, clorato de potasio y colofonia para lograr colores claramente distinguibles. Además, el repique de campanas confirma la noticia cuando hay una elección.
La Sala de las Lágrimas y el Habemus Papam
Una vez que un cardenal ha sido elegido y ha aceptado, es llevado a una pequeña habitación contigua a la Capilla Sixtina: la Sala de las Lágrimas. Allí se viste por primera vez con la sotana blanca. Existen tres tamaños preparados de antemano: pequeña, mediana y grande. Algunos Papas han llorado profundamente en esta sala, abrumados por la responsabilidad.
Luego, el nuevo Papa vuelve a la Capilla Sixtina, recibe la felicitación de los demás cardenales y se prepara para salir al balcón central de la Basílica de San Pedro. El cardenal protodiácono aparece primero para anunciar: “Annuntio vobis gaudium magnum: habemus Papam”. Posteriormente, el nuevo Pontífice saluda y da su primera bendición Urbi et Orbi.
Secretos y rarezas dentro del conclave
A lo largo de los siglos han surgido leyendas y detalles poco conocidos:
- Algunos cardenales han llegado gravemente enfermos, únicamente para emitir su voto y retirarse.
- En la Edad Media, ciudadanos de Viterbo encerraron a los cardenales sin comida ni techo hasta que eligieran un Papa.
- La sedia stercoraria, una silla con agujero, supuestamente servía para comprobar que el Papa no fuera mujer, según la leyenda de la Papisa Juana. Hoy se considera un mito.
- Durante siglos, los cardenales se sentaban bajo doseles. Al ser elegido el Papa, los demás cardenales tiraban de un cordón para plegar sus doseles y dejar solo el del nuevo Pontífice desplegado.
El simbolismo del conclave vaticano
El conclave vaticano está impregnado de simbolismo. Desde el juramento de secreto, la invocación al Espíritu Santo, el uso del cáliz y el color de las sotanas, hasta el hecho de que todos los votos estén escritos a mano, todo tiene un propósito: transmitir que se trata de una elección divina, no política.
Se dice que los cardenales votan bajo la imponente mirada del Cristo del Juicio Final, pintado por Miguel Ángel, como recordatorio de que responderán a Dios por su decisión.
Cultura popular y ficciones
Numerosos libros y películas han retratado el conclave vaticano con licencias artísticas. Desde Ángeles y Demonios hasta The Young Pope, estos relatos exageran o dramatizan, pero reflejan el enorme interés que el proceso despierta. La realidad, sin embargo, supera muchas veces la ficción en solemnidad, estrategia y espiritualidad.
Un ritual que resiste el tiempo
En un mundo hiperconectado, donde cada segundo es transmitido en vivo, el conclave vaticano sigue siendo una ceremonia cerrada, ancestral y profundamente respetada. La mezcla de oración, poder, secreto, tradición y espiritualidad convierte la elección del Papa en uno de los eventos más enigmáticos de nuestra era.
Y mientras la humanidad espera el humo blanco, dentro de la Capilla Sixtina ocurre una de las decisiones más trascendentales de la Iglesia católica, protegida por siglos de silencio y misterio.