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Lo que los robots nunca podrán hacer por los seres humanos

Existe un gran miedo por parte de algunos trabajadores a que los robots les sustituyan en sus puestos de trabajo.

El mundo está cambiando, y la forma de trabajar también. Uno de los principales responsables es la gran revolución tecnológica que estamos viviendo: 5G, Internet de las Cosas, Big Data, Bitcoin, Biotecnología…

Pero si hay una que realmente está en boca de muchas empresas, pero aún más en la de los trabajadores, es la de los robots.

Existe un gran miedo por parte de algunos trabajadores a que los robots les sustituyan en sus puestos de trabajo.

Por lo contrario, un estudio realizado por el Instituto Cuatrecasas y Adecco, afirma que la implantación de robots en las empresas no significa la pérdida de puestos de trabajo, más bien se trata de una redistribución de las tareas.

Se estima que, hasta 2020, se podrían generar 900.000 empleos tecnológicos y digitales, los cuales serán los encargados de desarrollar, construir, programar y mantener los robots.

Aquellos que están a favor de su implantación los consideran como un complemento para los humanos, es decir, ayudar en su rutina laboral o realizar aquellas tareas que sean peligrosas.

Algunas de las acciones no podrán hacer

Emociones y sentimientos

Los robots no son capaces de tener emociones ni sentimientos hacia algo o alguien como amor, humor o dolor. Nunca llegarán a tener alma: si nosotros sonreímos es porque hay algo que nos lo provoca, es decir, tenemos un motivo para hacerlo.

En cambio, un robot será incapaz de captar una emoción y reflejarla, y si lo hace es porque está programado para que ponga una sonrisa.

Creatividad e imaginación

Estas máquinas son incapaces de pensar por sí solas; ya solo por este motivo, será mejor dejar de pensar que llegarán a ser nuestra competencia directa.

Están programados para realizar una cierta función, pero no son capaces de razonar ni crear una opinión propia sobre algo.

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Es por ello, que no podrán buscar diferentes soluciones a los problemas o imaginar algo en su mente para luego diseñarlo y hacerlo realidad.

Ágiles

Más bien son todo lo contrario: torpes. Aunque cada vez son mejores y están más desarrollados, correr, caminar largas distancias o coger objetos del suelo lo hacen de forma muy lenta, al menos de momento.

Así que, si la acción requiere agilidad mejor no contar con ellos, pero sí podemos hacerlo para manejar pesos altos que para ello sí que están preparados.

La tentación automática

La persistente pregunta sobre los efectos de la tecnología en las actividades humanas no es nueva. Solo quedan algunos fragmentos del poeta latino Ennius, incluido uno que transmite en pocas palabras una gran preocupación existencial.

«La máquina es una inmensa amenaza [machina multa minax]», ya que «representa el mayor peligro para la ciudad [minatur maxima muris]».

Poco importa que, en la imaginación del poeta, la tecnología en cuestión sea una máquina de asedio, el caballo de Troya, y que la ciudad amenazada sea la verdadera ciudad de Príamo.

Desde sus orígenes nuestra civilización ha cuestionado el impacto de los dispositivos técnicos sobre el vivir-juntos, y las antiguas angustias surgen con inexorable regularidad.

El miedo a que la máquina destruya la vida, la vida desnuda o la vida en común, encuentra su encarnación más reciente en el gran debate sobre la destrucción del trabajo a través de la automatización.

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Los robots no se encontrarán con los asalariados

Finalmente, nos encontramos ante una especie de paradoja de Solow aplicada a la automatización y a las inteligencias artificiales.

A fines del siglo pasado, el economista estadounidense Robert Solow señaló que «vemos a las computadoras en todas partes excepto en las estadísticas de productividad».

Y hoy se puede afirmar que vemos en todas partes que la automatización destruye el trabajo, excepto en las estadísticas laborales.

Por ejemplo, el informe del año 2017 de la Oficina de Estadísticas del Departamento del Trabajo de Estados Unidos presenta una imagen ambigua: a diferencia de la década anterior, la automatización ha avanzado muy lentamente en los últimos años.

Los aumentos de productividad que miden el impacto en los trabajadores por la introducción de procesos automáticos no alcanzaron en promedio el 1 % en el sector no agrícola y en el sector manufacturero.

Esta torpeza no se limita al continente americano. Algunos países del norte han experimentado un crecimiento de la productividad muy lento, incluso negativo.

Según Dean Baker, director del Centro de Investigación Económica y Política, «esto es equivalente a que los trabajadores estuvieran reemplazando a los robots: una situación en la que se necesitan más trabajadores para producir los mismos resultados económicos».

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