Entre 1970 y 1990, las personas tratadas por el NHS en el Reino Unido estuvieron expuestas a sangre contaminada con VIH a través de transfusiones.
Incluso durante complicaciones en el parto o en el caso de los hemofílicos, al recibir productos sanguíneos contaminados de “factor VIII” importados desde Estados Unidos.
Una investigación de las autoridades en Londres reveló que había un estimado de que más de 30.000 personas estaban infectadas con el VIH, la hepatitis C o, en el caso de 1.250 hemofílicos.
La mayoría de las infecciones por hepatitis C (26.800) se produjeron en receptores de transfusiones.
Entre los infectados dice la indagación que hubo 380 niños infectados con VIH.
Se estima que a finales de 2019 habían muerto 2.900 personas como resultado de la infección.
Cómo ocurrió esto
Las personas se infectaron a través de transfusiones de sangre porque la sangre donada no fue analizada para detectar el VIH.
Y solo hasta 1986 no se realizó una prueba para detectar la hepatitis C hasta 1991.
Los productos sanguíneos para hemofílicos se importaron de los EE.UU., donde se pagaba a las personas para que donaran sangre.
Esto llevó a que personas con alto riesgo de infección, como los drogadictos y los reclusos, donaran sangre que tampoco fue analizada.
Las donaciones se mezclaron, lo que aumentó las posibilidades de que cualquier virus contaminara muchos lotes de sangre, explican los expertos.
La tardanza de las autoridades
Hay abundante evidencia en la que se dejó ver de que hubo amplias advertencias sobre los peligros planteados.
Lo anterior, por la falta de control y la importación de productos de Estados Unidos.
En 1974, la Organización Mundial de la Salud, advirtió que no importara sangre de países con una alta prevalencia de hepatitis, como Estados Unidos.
En 1982 se emitió una advertencia sobre el riesgo de contraer el VIH a través de productos sanguíneos.
Asimismo, al año siguiente, The Lancet y la OMS dijeron que se debería informar a los hemofílicos sobre los peligros.
También hubo advertencias comunicadas directamente al gobierno, incluida una carta enviada por el Dr. Spence Galbraith, del Servicio de Laboratorio de Salud Pública, al Departamento de Salud en 1983.
Esta decía: “He revisado la literatura y he llegado a la conclusión de que todos los productos sanguíneos elaborados a partir de sangre donada en los EEUU”.
En la misiva se recalcaba que: “Después de 1978 deben retirarse del uso hasta que se haya aclarado el riesgo de transmisión del SIDA por estos productos”. El consejo nunca fue seguido.
En un informe provisional, el presidente de la investigación, Sir Brian Langstaff, dijo que “se cometieron errores a nivel individual, colectivo y sistémico”.
Compensaciones
Antes de que comenzara la investigación, solo se habían realizado pagos graciables a través de varios esquemas y fideicomisos diferentes.
El primero de ellos se estableció en 1987 según los reportes de prensa local.
En 2017, el mismo año en que se inició la investigación, fueron reemplazados por nuevos esquemas de apoyo para cada uno de las cuatro naciones de origen.
En 2022, el gobierno acordó pagar £100 000 a cada persona en compensación provisional a las personas infectadas y a las parejas en duelo registradas en los planes de apoyo después de una recomendación hecha por los investigadores.
Al año siguiente, Brian Langstaff dijo que los padres y los niños que sufrieran pérdidas como resultado del escándalo de la sangre infectada también deberían recibir pagos de compensación.
También se planteó que el plan de compensación, que determinaría la cantidad total que cada persona recibiría en última instancia, debería establecerse lo antes posible.
Sin embargo, ninguna de esas recomendaciones se ha implementado y el gobierno sostiene que las considerará solo después de que se publique el informe final.
Ahora solo queda esperar el final de la investigación en medio del escándalo mediático que estremece al Gobierno británico y que demuestra la falta de control por sus autoridades de salud a la comunidad.