La reforma que lo cambia todo
El 31 de julio de 2025, la Asamblea Legislativa de El Salvador aprobó una reforma constitucional que permite la reelección indefinida del presidente de la República. Con 57 votos a favor, la mayoría oficialista eliminó las restricciones que hasta ahora prohibían al presidente postularse para mandatos consecutivos ilimitados. La medida también amplía la duración del periodo presidencial de cinco a seis años y elimina la segunda vuelta electoral.
Esta decisión marca un antes y un después en la política salvadoreña y ha generado un intenso debate dentro y fuera del país. Organismos internacionales, sectores opositores y analistas advierten que se está debilitando la democracia, mientras que los defensores del cambio aseguran que se trata de una evolución del sistema político para responder a la voluntad popular.
¿Qué implica para El Salvador?
Con esta reforma, Nayib Bukele podría permanecer en el poder por tiempo indefinido, siempre que gane elecciones. Si bien ya fue reelegido en 2024 tras un fallo polémico de la Corte Suprema de Justicia que habilitó su segunda candidatura, esta nueva modificación elimina cualquier ambigüedad legal y consolida su posibilidad de postularse tantas veces como quiera.
Para sus seguidores, esto representa una oportunidad para mantener un modelo político que ha sido respaldado en las urnas. Para sus críticos, es una señal clara de concentración de poder, sobre todo en un contexto donde el Ejecutivo ha tenido injerencia directa sobre el Poder Judicial, el Tribunal Supremo Electoral y la Fiscalía General de la República.
El impacto regional
La decisión de permitir la reelección indefinida en El Salvador no solo afecta a nivel nacional. También envía un mensaje a toda América Latina, una región con una larga historia de conflictos entre presidencialismo fuerte y equilibrio institucional.
Países como Venezuela y Nicaragua han utilizado reformas similares para extender el mandato de sus líderes, lo que derivó en regímenes con fuertes señalamientos de autoritarismo. Por eso, muchos observan el caso salvadoreño con preocupación, temiendo que pueda sentar un precedente para otros gobiernos interesados en eliminar los límites de mandato.
Sin embargo, también hay voces que señalan que la reelección indefinida no equivale automáticamente a dictadura. El análisis debe centrarse en el contexto, el estado de las instituciones y la capacidad de los ciudadanos para elegir en libertad.
La reelección indefinida ya existe en democracias consolidadas
Contrario a lo que muchos creen, la figura de la reelección sin límite ya existe en varios países democráticos donde no se asocia con autoritarismo. Uno de los ejemplos más citados es Canadá, donde no hay límite legal para la cantidad de veces que un primer ministro puede ser reelegido.
En el sistema parlamentario canadiense, la continuidad del jefe de gobierno depende del respaldo político del Parlamento y de los votantes. El caso de William Lyon Mackenzie King, quien gobernó por más de 21 años entre 1921 y 1948, es un claro ejemplo de cómo una larga permanencia en el poder no necesariamente implica concentración autoritaria.
Otro caso emblemático es Alemania, donde figuras como Angela Merkel lideraron el gobierno durante más de 16 años en un entorno democrático, con elecciones libres, prensa independiente y pleno respeto al Estado de derecho.
¿Qué diferencia hay entre El Salvador y estos países?
La clave no está en la existencia o no de un límite legal para la reelección, sino en el funcionamiento de las instituciones. En países como Canadá o Alemania, el sistema de pesos y contrapesos sigue operando. El Parlamento puede cambiar de mayoría, el Poder Judicial actúa con independencia, y los medios de comunicación ejercen su labor sin censura.
En cambio, en El Salvador, las reformas han coincidido con un proceso de centralización del poder, en el que el Ejecutivo ha tomado el control de entidades clave, ha debilitado la independencia judicial y ha enfrentado a medios críticos. Esa concentración genera alarma, incluso si el mecanismo legal es similar al de otras democracias.
Lo que viene
La legalización de la reelección indefinida en El Salvador cambia las reglas del juego político. Lo que ocurra en las próximas elecciones definirá si este modelo podrá sostenerse con legitimidad democrática o si seguirá generando preocupación dentro y fuera del país.
En América Latina, donde las instituciones muchas veces son frágiles, el riesgo no está únicamente en el número de mandatos, sino en la posibilidad de que el poder deje de rendir cuentas. Y aunque países como Canadá permiten la reelección sin límite, el entorno institucional lo hace posible sin alterar el orden democrático.