Antes de que se le ocurriera la idea que cambiaría su vida, Richard Montañez, hijo de un inmigrante mexicano, creció en un campo de trabajo para inmigrantes en el sur de California en Estados Unidos.
Él y sus diez hermanos vivieron en un apartamento de una habitación con sus padres.
Esto, mucho antes de mudarse a una casa de tres habitaciones de 800 pies cuadrados. Esas experiencias, asegura él, lo formaron.
“Tengo un doctorado en pobreza, hambre y determinación”, le dice al Washington Post este conserje convertido en inventor y luego en ejecutivo y hasta conferencista.
“Creo que cuando experimentas esas tres cosas, hay mucha sabiduría. Cuando has sido pobre, surge mucha innovación de eso”.
Montañez, que ahora tiene 50 años, ha sido innovador desde la escuela primaria.
Su infancia
Cuando su madre lo envió a la escuela el primer día de tercer grado con un burrito para el almuerzo, se sintió avergonzado.
Era la década de 1960 y, en ese entonces, “muy pocas personas habían visto un burrito”, escribe en sus memorias ‘Un niño, un burrito y una galleta.
“Allí estaba yo con este burrito y con todo el mundo mirándome. Lo volví a poner en mi bolso y lo escondí”.
Al día siguiente, cuando le pidió a su madre que le preparara “un sándwich de mortadela y un pastelito como los demás niños”, ella le preparó dos burritos; uno para que comiera y otro para que lo usara para hacer amigos.
Al final de la semana, el empresario de siete años vendía burritos a 0,25 dólares cada uno.
“Aprendí en ese momento que había algo especial en ser diferente, que había una razón por la que no todos podíamos encajar en la misma caja”, escribe Montañez.
Su inicio en el campo laboral y su invento
Después de luchar para aprender a leer y escribir en la escuela, Montañez la abandonó.
Lo anterior, se dio mucho antes de obtener su diploma y trabajó en una serie de empleos mal pagados, como matar pollos y hacer jardinería.
Estaba trabajando en un lavadero de autos cuando un amigo se acercó y le dijo que Frito-Lay estaba contratando personal.
Fue a la planta de Frito-Lay en el sur de California, pidió una solicitud y le pidió a su futura esposa que la llenara en su nombre, ya que él “apenas sabía leer o escribir”.
Llevó la solicitud el mismo día y la empresa lo contrató como conserje.
La idea de los ‘Cheetos Flamin Hot’ se le habría ocurrido “cuando, un día, una máquina se rompió en la línea de montaje y una tanda de Cheetos no fue espolvoreada con el queso naranja en polvo habitual”.
Montañez se llevó los Cheetos simples a casa y habría experimentado con ponerles chile en polvo, una idea inspirada por un vendedor ambulante de su barrio, que preparaba maíz asado mexicano con limón y chile.
La acogida de su idea
A sus amigos y familiares les gustó el sabor, así que decidió presentar el producto al director ejecutivo.
Después de todo, el director ejecutivo en ese momento, Roger Enrico, había enviado un video “diciendo a todos los empleados que quería que se hicieran cargo de la empresa”, escribe Montañez.
Decidió hacer exactamente eso: “Lo llamé, sin saber que no se suponía que se llamara al director ejecutivo”.
Enrico se puso en contacto con el asistente del director general, quien lo ayudó a comunicarse con el director general.
Luego, Enrico le dio a Montañez dos semanas para preparar una presentación para los ejecutivos de la empresa.
Montañez se dirigió directamente a la biblioteca para sacar libros sobre marketing, diseñó una bolsa única para envasar su producto y entró a la reunión con una corbata de 3 dólares.
“Quedaron sorprendidos con el diseño del producto”, recuerda, y así nacieron los Flamin Hot Cheetos.
Su máximo cargo
Hoy, la versión picante del clásico snack es uno de los productos más populares de Frito-Lay y se ha convertido en un fenómeno cultural.
La carrera de Montañez despegó después de la presentación.
Ascendió en la escala corporativa de PepsiCo hasta llegar al nivel ejecutivo y ahora da charlas motivacionales y realiza presentaciones a empresas sobre la importancia de la diversidad en los negocios.
Fox Searchlight Pictures incluso está haciendo una película sobre su historia de cómo pasó de la pobreza a la riqueza.
El ex conserje se da cuenta de que su vida probablemente sería muy diferente hoy si no hubiera llamado a Enrico, y utiliza ese hecho para inspirar y animar a otros.
“No des por sentado tu puesto, independientemente de cuál sea”, escribe Montañez en su libro biográfico.
“Ya seas director ejecutivo o conserje, actúa como si fueras el dueño de la empresa”.
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