Nuestros pensamientos controlan todo lo que hacemos. A veces, esa vocecita crítica puede volverse dominante y molesta, pero el hecho es que la necesitamos para sobrellevar la vida cotidiana.
Independientemente de la relación que tengas con tu voz interior, el hecho indiscutible es que la escuchas y vives con ella las 24 horas del día, los 7 días de la semana.
En términos generales, todos pensamos en nuestra lengua materna, por lo que, si eres estadounidense piensas en inglés, si eres francés piensas en francés, si eres chino piensas en chino.
Persona sordociega
Cuando una persona sorda también es ciega, es obvio que el lenguaje en el que piensa es poco probable que sea un lenguaje de señas, ya que no posee la capacidad de ver el lenguaje de señas y, por lo tanto, no lo aprende.
La mayoría de las personas sordas y ciegas se comunican mediante una combinación de signos táctiles y braille.
El lenguaje de señas táctil es un lenguaje propio que se basa en el tacto y se utiliza principalmente para transmitir información no textual.
Mientras que el braille se comunica mediante protuberancias que se asemejan a un lenguaje natural como el inglés.
Por lo tanto, muchas personas sordociegas dependen de una combinación de los dos para comunicarse.
Ser sordo o ciego, o ambas cosas, no afecta la capacidad cognitiva del cerebro y, por lo tanto, estas personas aún son capaces de tener pensamientos profundos en su propio idioma.
La mayoría de las personas sordas y ciegas piensan en signos táctiles y braille y, por lo tanto, este es el idioma en el que piensan.
Estadísticas
La sordera y la pérdida auditiva son una enfermedad muy extendida y se dan en todas las regiones y países.
En la actualidad, más de 1.500 millones de personas (casi el 20% de la población mundial) padecen pérdida auditiva, de las cuales 430 millones padecen pérdida auditiva discapacitante.
De acuerdo con los cálculos de varios estudios, para el año 2050 se estima que habría unas 700 millones de personas con pérdida auditiva discapacitante y de estás el 10% sería sorda y ciega.
A nivel mundial, 34 millones de niños padecen sordera o pérdida auditiva, de los cuales el 60% de los casos se deben a causas evitables.
En el otro extremo de la vida, aproximadamente el 30% de las personas mayores de 60 años padecen pérdida auditiva.
Cómo se adapta el cerebro
Investigadores de la Universidad de Colorado sugieren que la parte del cerebro dedicada a la audición puede reorganizarse (reasignarse a otras funciones) incluso en casos de pérdida auditiva temprana y puede desempeñar un papel en el deterioro cognitivo.
Anu Sharma, del Departamento de Ciencias del Habla, el Lenguaje y la Audición de la Universidad de Colorado, ha aplicado principios fundamentales de la neuroplasticidad.
Que es básicamente la capacidad del cerebro de forjar nuevas conexiones, para determinar las formas en que se adapta a la pérdida auditiva, así como las consecuencias de esos cambios.
El trabajo del grupo de Sharma se centra en registros electroencefalográficos (EEG) de adultos y niños con sordera y pérdida auditiva leve, para comprender mejor las formas en que sus cerebros responden de manera diferente a los de las personas con audición normal.
Un descubrimiento reciente
Sharma, junto con sus estudiantes Julia Campbell y Garrett Cardon, también descubrieron recientemente que el reclutamiento intermodal de la porción auditiva del cerebro por los sentidos de la vista y el tacto ocurre no sólo en pacientes sordos.
Sino que también es claramente evidente en pacientes adultos con sólo un grado leve de pérdida auditiva.
Según el experto, “los centros del cerebro que normalmente se utilizan para la toma de decisiones de alto nivel se activan simplemente al oír sonidos“.
El trabajo del grupo sugiere que la parte del cerebro que se utiliza para oír puede reorganizarse, incluso en las primeras etapas de la pérdida auditiva relacionada con la edad.
Y “estos cambios compensatorios aumentan la carga general sobre el cerebro de los adultos mayores”, dice Sharma.
Este hallazgo tiene importantes implicaciones clínicas para el desarrollo de programas de detección temprana de la pérdida auditiva en adultos.