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Así fue como Quebec quería convertirse en una república independiente

En 1995, como resultado de un referéndum por una escasa mayoría de 50,6 por ciento contra 49,4 por ciento Quebec siguió siendo parte de Canadá.

Quebec es considerada una de las provincias con características más peculiares de todo Canadá, su aire europeo junto con el uso del francés como idioma principal, así como las leyes que le rigen, marcan una diferencia entre esta provincia y las demás.

No es de extrañar que hace 28 años, en 1995 incluso haya estado a un pequeño margen de separarse de Canadá.

En el referéndum del 30 de octubre de 1995, 4,7 millones de quebequenses votaron sobre si la provincia debiera “convertirse en soberana”, lo que arrojó una victoria mínima para el lado del “No” que obtuvo por una escasa mayoría de 50,6 por ciento contra 49,4 por ciento.

La pregunta enfrentó al primer ministro Jacques Parizeau y al líder del bloque quebequense Lucien Bouchard contra el primer ministro Jean Chrétien y el líder liberal provincial Daniel Johnson, que culminó con una “manifestación de unidad” organizada apresuradamente por el lado del “No” en Montreal tres días antes de la votación en un intento de cambiar el rumbo.

¿Por qué estuvo a punto de ganar el ‘Sí’?

¿Qué paso entre medio? Para encontrar una respuesta quizá sea necesario retroceder unos cuantos años para identificar el origen del problema. En 1982 el entonces primer ministro Pierre Trudeau no logró la firma de Quebec en la constitución recien redactada, una ausencia que todavía persiste y que ha sido desde entonces uno de los principales focos de distorsión de la arquitectura confederal.

Cinco años después el primer ministro Brian Mulroney intervino de manera determinante para que fracasara el conocido como Acuerdo del Lago Meech, que fue un intento del gobierno de Ottawa y los primeros ministros de las diez provincias por recuperar a Quebec para la causa federal canadiense.

Dicho acuerdo tenía como principal fundamento el reconocimiento de la provincia francófona como una sociedad distinta dentro de Canadá. Incluía varias enmiendas a la constitución de 1982. Algunas de las provincias, como New Brunswick o Terranova, se desligaron del acuerdo e imposibilitaron la unanimidad, que era condición indispensable para que saliera adelante. 

El fracaso de aquel proyecto político provocó un crecimiento del apoyo al movimiento independentista en Quebec. En 1992 se intentó una nueva negociación, el Acuerdo de Charlottetown, que abordaba una mayor autonomía tanto para Quebec como para la población aborigen. Pero tampoco progresó.

Las dos soledades de MacLennan estaban condenadas a no mirarse a los ojos nunca más. A principios de 1993 daba la sensación que los débiles nexos que mantenían unida a Quebec con Canadá se estaban deshilachando sin remisión.

El Parti Québécois entra en juego

El panorama político canadiense cambió drásticamente después de las elecciones de 1993, en las que el Partido Conservador Progresista de Mulroney sufrió una derrota histórica. El federalista Partido Liberal de Jean Chrétien ganó la mayoría en la Cámara de los Comunes y la oposición se dividió en bloques regionales entre el joven Partido Reformista de Canadá, con sede en el oeste, y el Bloque de Quebec, declaradamente separatista, que formaba la oposición oficial.

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Al año siguiente las elecciones provinciales en Quebec consumaron un desgarro que a esas alturas ya parecía inevitable. El independentista Parti Québécois (PQ) ganó las elecciones provinciales y su nuevo primer ministro, Jacques Parizeau, anunció de inmediato que convocaría un referéndum sobre la separación de Quebec a lo largo de 1995.

Cumplió su promesa y el 30 de octubre los quebecois fueron llamados a las urnas. El gobierno federal, convencido de la victoria, decidió no implicarse en la campaña electoral. Sheila Copps, quien en 1995 era viceprimera ministra de Canadá, recuerda que los responsables de la campaña por el ‘No’ rechazaron la participación de políticos federales porque se sentían ganadores.

Y es que eso decían las encuestas hasta que un cambio de estrategia dio un vuelco imprevisto. Tres semanas antes del día de la votación el líder federal del Bloc Québécois, Lucien Bouchard, asumió el liderazgo de la campaña del ‘Sí’, en manos hasta entonces del primer ministro del Parti Québécois, Jacques Parizeau, y le dio una nueva energía. Sus mensajes eran más directos, su relato más poderoso y su entusiasmo más contagioso. Cada día las encuestas mostraban una alarmante mengua de la diferencia entre los dos bloques. El vuelco a esas alturas era posible.

La Ley de la Claridad, el antídoto contra el secesionismo

El 20 de agosto de 1998 la Corte Suprema de Canadá respondió a una consulta realizada por el gobierno federal canadiense sobre el derecho de Quebec a una secesión unilateral. Ottawa quería acotar definitivamente el irresoluble conflicto entre la provincia francófona y el resto de la federación, y armarse legalmente ante un nuevo referéndum por la independencia.

La respuesta del Tribunal sentó jurisprudencia: de acuerdo con el Derecho Internacional no existía ese derecho por parte de un territorio que no se encontrase en situación colonial. Pero con la misma contundencia sostenía que un Estado democrático no podía negar ese derecho si existía una voluntad cualitativamente mayoritaria y manifestada democráticamente mediante una consulta. Sin una mención clara en la Constitución canadiense a este supuesto, la Corte sólo podía instar a ambas partes a negociar de buena fe llegado el caso.

Pero el verdadero cambio en el marco político canadiense llegó en el años 2000 cuando vio la luz la famosa Ley de la Claridad que consagraba el “parámetro canadiense” sobre el derecho a la independencia de la provincia de Quebec.

Su redactor, el prestigioso político quebecois Stephen Dion, quería que el texto determinara claramente las normas de juego en las que se tenía que desenvolver la aspiración de la provincia francófona.

Quebec, se suele olvidar, nunca ha aceptado esta ley e incluso aprobó poco después su propio texto; la «Ley sobre el respeto del ejercicio de los derechos fundamentales y prerrogativas de las personas y el Estado de Quebec», que se inspira en la declaración de la Corte Suprema pero desde una interpretación bien diferente.

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