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Esta es la historia desconocida y sangrienta de Miami

Para el inicio de la década de los 80 Miami era más que pieles bronceadas, chicas en bikini y autos convertibles. “La ciudad del sol” se había transformado en la capital mundial de la cocaína, el epicentro del racismo en el sur del país, el hogar de miles de cubanos expatriados y el campo armado de una guerra por la droga. Una mezcla explosiva ¿no te parece?

Para el inicio de la década de los 80 Miami era más que pieles bronceadas, chicas en bikini y autos convertibles. “La ciudad del sol” se había transformado en la capital mundial de la cocaína, el epicentro del racismo en el sur del país, el hogar de miles de cubanos expatriados y el campo armado de una guerra por la droga. Una mezcla explosiva ¿no te parece?

1979, inicia la advertencia

El 11 de julio de 1979 parecía un día normal en “la ciudad mágica” hasta que una lluvia de balas irrumpió en el Dadeland Mall, que para aquel entonces era considerado el centro comercial más grande del sur de Florida.

A plena luz del día unos sicarios ingresaron a la licorería del centro comercial disparando indiscriminadamente, dejando como saldo a dos narcotraficantes muertos y dos civiles que resultaron heridos en el fuego cruzado.

Fue el inicio de una guerra en contra de los llamados ‘jinetes de la cocaína’, quienes recibirían este nombre de parte de un agente de policía que estuvo en la escena del crimen aquel día, según muestran los registros.

El escritor y periodista Roben Farzad, autor del libro Hotel Scarface: Where Cocaine Cowboys Partied and Plotted to Control Miami («Hotel Scarface: donde los jinetes de la cocaína iban de fiesta y conspiraban para controlar Miami», en su traducción literal al español) realizó una investigación exhaustiva para su obra, y considera que con este hecho comenzó lo que se convertiría en un baño de sangre.

«Esa fue la máxima advertencia, hacer un tiroteo tan descarado en el centro comercial más grande del sur de Florida, entre una (pizzería) Cazzoli’s y una licorería llena de gente». Dijo Farzad a la BBC.

Sin embargo, este no era el único problema que envolvía a la ciudad, hubo circunstancias atenuantes que empezaron a darle marcha atrás al reloj.

La noche en que ‘ardió Miami’

El 17 de diciembre de 1979, Arthur McDuffie un exmarine afrodescendiente se saltó un semáforo en rojo con su Kawasaki negra y naranja. La policía intentó detenerlo, pero como tenía la licencia de conducir suspendida, McDuffie huyó.

El resultado, Arthur fue brutalmente atacado por una docena de policías blancos hasta quedar en coma y fallecer días después.

A pesar de las investigaciones y las evidencias presentadas a finales de mayo de 1980 un jurado de hombres blanco exoneró a los cuatro policías acusados de matar a golpes a McDuffie lo que hizo que los jóvenes explotaran en violencia ante la injusticia.

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Esa noche ardió Miami, y comenzó la revuelta más violenta de la ciudad desde la década de 1960, cuando se terminó con la segregación racista, y la más violenta de los Estados Unidos hasta la de Los Angeles en 1992.

Durante tres días hubo incendios, ataques y enfrentamientos que causaron 18 muertos, 350 heridos, más de 800 detenidos y pérdidas estimadas en USD 100 millones de dólares. La violencia desatada por el sentimiento de injusticia parecía no tener fin, hasta que todo fue paralizado por 3.500 miembros de la Guardia Nacional.

Un nuevo ‘hogar’ para 125.000 cubanos

Días antes que se desatara toda esa ola de violencia, acababan de desembarcar 125.000 cubanos emigrados desde el puerto de Mariel, quienes competían con haitianos, colombianos y afroamericanos tanto por los empleos como por las actividades ilegales.

Cerca de 2.000 cubanos que llegaron en el Mariel fueron designados por la autoridad migratoria de Estados Unidos como «no admisibles». según comentó Lisandro Pérez, profesor de Estudios Latinoamericanos y Latinxs del John Jay College, de la Universidad CUNY. Aclarando que se suele especular sobre una cifra mayor e imprecisa de cubanos que llegaron con algún tipo de récord criminal.

«En un ambiente caldeado por el tráfico de drogas, por la situación de la población afroestadounidese, la llegada de los cubanos del Mariel fue echarle gasolina al fuego», dice Pérez.

El negocio de la droga liderado por colombianos

Para ese mismo año, agentes federales incautaron 2.217 kilogramos de cocaína en Florida, 384.525 kg de marihuana y 15 millones de dosis de Quaaludes. También se confiscaron $42 millones de dólares en efectivo, carros, botes, aviones y otros elementos.

Como si hiciera falta agregarle otro ingrediente a este coctel explosivo, el negocio de la droga ya se había extendido por toda al ciudad llegando a todos los sectores, incluso los más selectos.

De acuerdo con la investigación de Roben Farzad, los colombianos eran quienes tenían el negocio de la cocaína, pero usaban a los cubanos para mover la droga y distribuirla por el Caribe y el litoral de Florida. También como distribuidores locales.

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«Los colombianos eran los menos llamativos, eran los mayoristas. Salían de su casa a una hora normal de la mañana, vivían en familia e iban a la iglesia. Pero necesitaban a los cubanos abrumadoramente», explica.

«Miami era realmente ingobernable, era completamente ilegal. Se parecía al Oeste Salvaje, pero mucho más asesino, con mucho más dinero, con todo el mundo a la venta y donde las instituciones no funcionaban». Comentó Fazard.

Las inevitables consecuencias

Hace 40 años en noviembre de 1981 y como resultado de este cúmulo de situaciones Miami fue nombrada por la revista TIME como un ‘paraíso perdido’.

Para ese año los asesinatos alcanzaron índices inimaginables, 621 personas murieron violentamente, la cifra de homicidios más alta en la historia de la ciudad. Los atentados nada tenían que ver ya con implicados directos, mujeres, niños, madres, hombres inocentes… Muchos fueron víctimas de lo que parecía una guerra incontrolable.

“La tasa de asesinatos era abrumadora y el departamento de policía no lograba mantenerse al día con la limpieza de los homicidios”, comenta Fazard. “Nadie quería presentarse a dar su testimonio y todos estos cuerpos no identificados se apilaban y apilaban”.

Tal fue la situación que se tuvo que llegar a medidas extremas. «Discretamente la oficina forense le pidió a (la cadena de hamburguesas) Burger King un camión congelador, literalmente para el desbordamiento», acota Farzad.

El congelador le costaba a la ciudad U$800 cada mes. Se alquilo durante la vigencia anterior, en 1980, para albergar los cuerpos correspondientes a la ya aterradora cifra de 573 homicidios.

A pesar de los esfuerzos de la fuerza pública, ese escenario sangriento que empezó en 1979 no decrecería sino hasta 1988 cuando por fin aminoró la ola de violencia, pero que retomaría en los 90’s con un poco de menos fuerza en la que se consideró “la capital estadounidense del asesinato”.

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