Mauro Morandi, conocido como el “Robinson Crusoe italiano”, decidió en 1989 abandonar la vida moderna para instalarse en Budelli, y alli vivio solo en una de las islas más hermosas del archipiélago de La Maddalena, en Cerdeña. Con 50 años, eligió quedarse en ese paraíso natural y nunca más quiso volver a la rutina urbana.
Un retiro de más de tres décadas
Morandi vivió solo en una isla durante 33 años, ocupando una cabaña abandonada que había sido usada por los guardaparques. Su vida transcurría entre el cuidado de la isla, largas caminatas y la contemplación de la playa rosa, considerada uno de los tesoros naturales más valiosos de Italia. Decía que no quería hablar con nadie y que encontraba en el silencio una paz que el mundo exterior no podía darle.
Aunque vivía en aislamiento, recibía de vez en cuando a turistas curiosos y compartía con ellos reflexiones sobre la naturaleza y la importancia de protegerla. Su estilo de vida atrajo la atención de medios internacionales, que lo convirtieron en símbolo de resistencia frente al consumismo y el ritmo acelerado de la sociedad.
El adiós forzado a Budelli
En 2021, cuando tenía 82 años, las autoridades italianas le ordenaron abandonar la isla. El argumento fue que Budelli debía permanecer bajo protección estricta y no podía estar habitada permanentemente. Pese a su resistencia inicial, Morandi terminó aceptando la decisión y se mudó a un apartamento en Cerdeña, lejos de la soledad que había elegido por más de tres décadas.
Un legado que abre debate
La historia de Mauro Morandi plantea un debate sobre el derecho a vivir de manera alternativa frente a las reglas impuestas por el Estado. Para muchos, fue un guardián silencioso de Budelli; para otros, un hombre que desafió el orden establecido. Lo cierto es que vivió solo en una isla 33 años porque no quería hablar con nadie, y esa decisión lo convirtió en un ícono moderno de libertad y aislamiento.