¿Qué prefieres, un entorno caluroso o frío? Si te encanta el primero, no puedes dejar de conocer el Valle de la Muerte o Death Valley, calificado como el lugar más caliente del mundo. Este valle desértico está ubicado en California, Estados Unidos, en el desierto de Mojave.
Es tan caluroso este sitio que en Furnace Creek, dentro del Valle de la Muerte, en 1913, alcanzó un nuevo récord de temperatura del aire, donde esta se ubicó en los 56.7 ºC o 134 ºF.
Si viajas en verano, estarás prácticamente en un “horno”, pues es aún mucho más caluroso, llegando a compararse con los desiertos de Medio Oriente, África y Australia.
El Parque Nacional del Valle de la Muerte cuenta con una superficie de 7.800 kilómetros cuadrados, donde se ubica el punto de elevación más bajo de toda Norteamérica, más específicamente en la cuenca Badwater a – 86 metros sobre el nivel del mar.
Algunos científicos han confirmado en varias ocasiones que este es el lugar más caliente y seco del planeta, donde en julio de 2006, en la zona de Badwater alcanzó una temperatura de 58.1 ºC. Aunque esto perfectamente puede derretir un helado y freír un huevo en menos de lo que piensas, en las noches la temperatura puede caer hasta por debajo de los 0 ºC.
Acorde a los registros y parámetros climáticos del Valle de la Muerte, los meses donde se presencian temperaturas más altas son en mayo, junio, julio, agosto y septiembre, donde la variación se mantiene entre los 53.9 ºC y 56.7 ºC.
Pero, ¿por qué es tan caluroso?
De acuerdo con el servicio de Parques Nacionales de los Estados Unidos, el sitio es así de caluroso debido a unas específicas condiciones geográficas, climáticas y de agua. Anualmente cae una media de menos de cinco centímetros cúbicos de lluvia, por ende, la flora y fauna en esta zona son muy particulares.
Este punto caliente de la tierra pareciera que encapsula su calor, pues la temperatura queda “atrapada y concentrada” en las cadenas montañosas.
¿Por qué lleva ese escalofriante nombre?
Este sitio se llama “El Valle de la Muerte” debido a que a principios del siglo XIX, cientos de europeos se aventuraron a cruzarlo para “encontrar oro”, pero como era de esperar, murieron en su travesía.